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Las Misteriosas «Huellas del Diablo» de Devonshire

En el año 1855 unas extrañas marcas en la nieve, que fueron identificadas como huellas, aparecieron a lo largo de más de 150 kilómetros en la región de Devonshire, situada al suroeste de Inglaterra.

Aquel año, las nevadas habían sido especialmente copiosas en la isla británica. La mañana del 8 de febrero, los habitantes de la región de Devonshire descubrieron con asombro una serie de marcas en la nieve que fueron descritas como “marcas de pezuñas” dejadas por alguien o algo a lo largo de decenas de millas. Las huellas presentaban características sumamente extrañas, sus dimensiones eran de diez centímetros de largo por siete de ancho, marcaban un “paso” de unos veinticinco centímetros de largo, todas se encontraban perfectamente alineadas (como producidas por alguna extraña criatura que caminase sobre una sola pata o “a la pata coja”) así como que la nieve no estaba apisonada al fondo de las mismas, sino que por el contrario su marca era perfectamente llana, como si la nieve se hubiese derretido al contacto. A este respecto, algunos testigos afirmaron que jamas habían visto “huellas tan claramente marcadas en un campo de nieve” y que, tras ellas, la nieve tenía la apariencia de “haber sido marcada como por un hierro al rojo”. Ademas, no parecían desviarse ante ningún obstáculo. Así, si las huellas se detenían cerca de una valla de varios metros de alto, estas no bordeaban la estructura, sino que retomaban su camino inmediatamente detrás sin tampoco haber dejado marcas de haber saltado o sorteado la barrera de alguna manera. Lo mismo sucedía cuando las huellas llegaban a algún establo o pajar… sin embargo se tornaban aun mas enigmáticas cuando llegaban a alguna casa, ya que entonces, estas aparecían sobre el tejado de la misma o atravesaban un conducto de drenaje de solo 15 centímetros de diámetro.

 

 

Dibujo publicado en febrero de 1855 de las huellas observadas en Devonshire… ¿Qué extraño animal con cascos pudo dejar huellas alineadas de esa manera?

 

 

Los habitantes de la zona no daban crédito ante el hallazgo y no eran capaces de imaginar que animal habría podido dejar unas marcas similares a aquellas y como podía atravesar los diferentes obstáculos que se encontraba por el camino. Pronto, la palabra “diablo” comenzó a resonar en las mentes de  los lugareños que, aterrorizados, evitaban salir por las noches. Así mismo, se crearon cuadrillas de hombres provistos de armas y perros de caza con la intención de “batir” aquel desconocido animal. Nunca fueron capaces de atraparlo, aunque algunos miembros de la patrulla habían afirmado que, al llegar a uno de los bosques cercanos, los perros habían comenzado a mostrarse inquietos y aullar, lo que había provocado una sensación de turbación entre los hombres que no se atrevieron a aventurarse en lo mas frondoso del mismo.

 

Una semana después del misterioso hallazgo, el 16 de febrero, el diario británico London Times se hacia eco de la noticia;  pero quien más cobertura dio al extraño suceso fue el diario “Illustrated London News” que recogía la siguiente narración el 25 de febrero de 1855:

 

“… en toda la comarca, las huellas eran exactamente del mismo tamaño y el paso del mismo largo. Este visitante misterioso no pasó, en general, más que una vez por cada jardín o cada patio, así como por casi todas las casas de los barrios urbanos y en las granjas vecinas. […] Atravesaban los muros como si no constituyesen el menor obstáculo. Los jardines rodeados de altas empalizadas o muros, y cuyas puertas estaban cerradas, fueron tan cruzadas como aquellos que estaban sin protección. […] Dos habitantes de la comuna siguieron una linea de huellas durante tres horas y media pasando bajo hileras de arboles frutales en espalderas, perdiendo luego la pista de las huellas y reencontrandolas sobre el techo de las casas a las que su búsqueda les había llevado…

 

Pronto las gentes londinenses tildaron a los habitantes de la provincia como poco versados y tendentes a la superstición y a los terrores infundados solo existentes en las humildes e iletradas mentes de los habitantes de los pueblos. Quien sí se interesó por el fascinante y extraño caso de las huellas fue un naturalista de Devonshire quien afirmó que tales marcas no podían corresponder mas que a alguna criatura única y no conocida, pero… ¿Qué animal de un tamaño posiblemente modesto podría haber recorrido una distancia de mas de 150 kilómetros en una sola noche en medio de una tormenta de nieve?

 

El famoso paleontólogo inglés Richard Owen afirmó que “ningún animal conocido deja un rastro de pasos rectilíneo, ni siquiera el hombre” y, al examinar los dibujos de las huellas, concluye de manera sorprendente que se debían al rastro de un grupo de tejones; hipótesis del todo descabellada pues las huellas no podían corresponder a un grupo de animales a menos que todos se hallan movido a la vez y pisando exactamente en el mismo lugar del compañero que le antecedía;  además las huellas en ningún caso obedecían a la típica tipología de un animal con “garras”, si no que por el contrario eran similares a las de un animal con pezuñas. Otras hipótesis que fueron cayéndose una tras otra defendían ideas tan variadas como la obra de un bromista (¡), huellas de grandes pájaros empujados a las costas por el mal tiempo (probablemente una avutarda), sapos, una rata, una liebre coja e, incluso, no falto quien se atrevió a aventurar que había sido el rastro dejado por un canguro escapado de algún zoológico. La idea del marsupial respondió a la necesidad de buscar un animal que pudiese saltar algunos obstáculos para así apartar de las gentes la idea de que el diablo se había paseado por la región. La hipótesis nació de las palabras del párroco local, el reverendo Musgrave, en el sermón dominical ante sus asustados feligreses; de hecho, posteriormente, Musgrave declaró: “… no tengo confianza alguna en tal explicación […] pero la idea se opone a la impresión peligrosa, desagradable y falsa de que podía tratarse del diablo. Mi palabra fue en el momento oportuno y fue sin duda saludable

 

Y es que la mayoría de lo habitantes de Devonshire continuaban creyendo que las huellas habían sido dejadas por el mismísimo diablo, aunque los mas escépticos aceptaban la idea de que el animal misterioso podría haber sido un burro por el tipo de huellas ya que estas parecían presentar características muy similares a las de un animal dotado de cascos en sus extremidades. Sin embargo, nadie fue capaz de explicar como un burro pudo haber trepado a los tejados de las casas, cruzar conductos de escasos centímetros de diámetro o atravesar el tercer piso de una casa…

 

Los meses pasaron, aquel extraño invierno de 1855 y su misterioso visitante se fueron y nunca más volvió a manifestarse. Los periódicos fueron poco a poco olvidando la noticia y el misterio aun perdura entre los investigadores que trataron de arrojar alguna clase de luz sobre tan enigmático rastro. Jamas se encontró el animal (conocido o por conocer) que hubiese sido capaz de dejar un rastro como aquel, las suposiciones que apuntaban a alguna suerte de fenómeno meteorológico tampoco resultaron para nada concluyentes.

 

Y estas no fueron las únicas marcas enigmáticas que aparecieron en algunos lugares del mundo. El Times del 14 de marzo de 1840 ya había dado testimonio de unas extrañas huellas que también se extendían a lo largo de varios kilómetros en Glenorchy (Escocia). También se encontraron “pisadas” similares en Nueva Zelanda (1886), en Nueva Jersey (1908), Bélgica (1945), nuevamente en Devonshire (1950), en Escocia (1952) y, más recientemente, en las laderas del monte Etna (Sicilia) en 1970. El Illustred London News también recogió, con posterioridad, el testimonio de un medico polaco de Heidelberg que afirmaba que en la frontera de Galitzia, en la Rusia polaca, se encuentran, todos los años, unas huellas completamente idénticas a las de Devonshire en la nieve. Según el testimonio de este anónimo corresponsal, “los habitantes las atribuyen a influencias sobrenaturales”.

 

¿Qué extraña criatura pudo haber dejado sobre la nieve semejante rastro? Más de un siglo y medio después, aquel misterioso visitante que recorrió las praderas de Devonshire durante la noche del 8 de febrero de 1855 permanece en el mas absoluto de los misterios…

 

 

¿Fue una extraña criatura demoníaca, como la que aparece en la imagen, la que se paseó por la región de Devonshire en 1855? Imagen cortesía de elcaminoacasa.com

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Abeyas, abiejas, abejas…

 

 

Antes que alguno diga la habitual parida, decir que el título de la entrada obedece a diferentes nomenclaturas que a tal insecto se le ha dado en la heráldica española. Dicho esto, hoy quiero hablarles de un tema sumamente interesante: La desaparición de las abejas.

La desaparición masiva de cientos de millones de abejas en todo el mundo preocupa a los científicos desde hace años. La alarma saltó en el año 2006, cuando se afirmó que las abejas estaban desapareciéndo. Aunque este problema ya venía de lejos y pueden rastrearse casos hasta los años noventa del siglo pasado. Desde entonces el número de estos insectos ha disminuido de forma desmesurada, el denominado problema del «colapso de las colonias» (CCD, por sus siglas en inglés), cuyo origen todavía no ha sido resuelto.

Muchas teoría se han lanzado al respecto pero parece ser que es la exposición a una combinación de pesticidas de uso común en la agricultura los que están detrás de tan singular evento.

Según dos nuevos estudios publicados en la revista Nature Communications, este cóctel de sustancias interfieren en los circuitos de aprendizaje en el cerebro de los insectos, de forma que los vuelven más lentos a la hora de asimilar nuevos conocimientos o se olvidan por completo de asociaciones importantes para su supervivencia, como la relación entre el aroma floral y la comida. Dicho de otro modo: Las abejas, literalmente, se vuelven tontas.

Ha sido el equipo de Christopher Connolly, de la Universidad de Dundee (Inglaterra), quien ha investigado el impacto de dos insecticidas (los llamados neonicotinoides y coumaphos, utilizados en las colmenas para matar el ácaro Varroa)  sobre los cerebros de las abejas.

Para ello, las abejas con cerebros sanos fueron expuestas a estos pesticidas en el laboratorio en los niveles que existen en el medio natural, registrándose después su actividad cerebral. Los investigadores recogieron que ambos tipos de pesticidas actuaban en la misma zona del cerebro, la implicada en el aprendizaje de la abeja, causando una pérdida de la función. Si ambos plaguicidas eran empleados en combinación, el efecto era aún mayor.

abeja

Este estudio es el primero en demostrar que estos pesticidas tienen un impacto directo sobre la fisiología del cerebro de las polinizadoras. A tal punto, se ha de recordar que un amplio número de plantas dependen directamente de las abejas, para su reproducción.

Geraldine Wright y Sally Williamson, de la Universidad de Newcastle, mostraron en otro estudio, que la combinación de estos mismos pesticidas afecta al aprendizaje y la memoria en las abejas. Estableciendo que cuando las abejas son, o han sido, expuestas a combinaciones de los pesticidas durante al menos cuatro días, cerca de un 30% no son capaces de aprender o realizan de una forma deficiente las pruebas de memoria. En este experimento los niveles de plaguicidas eran, también, los mismo que se encuentran en la naturaleza.

Segun Wright: «Las polinizadoras realizan conductas complejas mientras se alimentan que les obligan a aprender y recordar los rasgos florales asociados a los alimentos. La interrupción en esta importante función tiene implicaciones profundas para la supervivencia de la colonia de abejas, porque las abejas que no pueden aprender no serán capaces de encontrar comida.»

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La Increíble isla de Pascua

A 27º 7’ 10’’ latitud sur y 109º 21’ 17’’ longitud oeste, se encuentra la isla de Pascua, una joya dentro de los misterios arqueológicos que salpican diferentes rincones del planeta.

 

El día de Pascua de 1722, el marinero holandés Roggeveen desembarca en esta pequeña isla volcánica de la Polinesia. Allí hace un hallazgo que le dejara impresionado; el descubrimiento de cientos de esculturas (algunas de ellas de más de veinte metros de alto) que representan siluetas humanas completas, aunque sus cabezas son tan desproporcionadas con respecto a sus cuerpos que, durante mucho tiempo, se conocerían con el nombre de “cabezas” o “bustos”.

 El nombre exacto que estas colosales representaciones reciben en el idioma nativo es “moai” (literalmente “escultura”), se estima que su número ronda las 600 efigies, todas ellas talladas en tuba, roca del volcán Rano Raraku y su datación oficial oscilaría en torno a los 700 años de antigüedad.

  Estos moais están catalogados en dos tipos según su características: los que se están recubiertos de símbolos y se encuentran en la ladera del volcán Rano Raraku y los que se encuentran situados en muros paralelos a la costa, de espaldas a la playa, y coronados con sombreros cilíndricos llamados “pukaos” y que fueron tumbados en el siglo XVIII después de fuertes enfrentamientos entre nativos que terminaron en una cruenta guerra tribal. En un primer momento se estimó que sus órbitas oculares se habían dejado vacías a propósito, hasta que el 1978 el arqueólogo pascuense Sergio Rapu halló inmensos ojos de color blanco esculpidos con coral y toba roja y que posteriormente se le añadieron a algunos de los moais para que recuperasen su aspecto original.

Probable aspecto que tendrían los moais originales con sus «sombreros» y «ojos». Imagen cortesía de videojuego.wikia.com

 

En 1950, el marino noruego Thor Heyerdhal estimó que los primeros pobladores de la isla serían gentes provenientes del Perú y que, posteriormente, la isla sería colonizada por sucesivas tribus llegadas de la Polinesia. De hecho, en 1947, se llevó a cabo la expedición de la Kon-Tiki, una balsa que realizó una travesía entre Perú y la Polinesia con la intención de demostrar el origen amerindio de las poblaciones polinesias. A pesar de ello, hoy en día se considera que las ancestrales comunidades isleñas no tienen ningín vínculo con antiguos colonos llegados del continente americano.

 En cualquier caso, según la tradición pascuense, el primer habitante de la isla fue un personaje conocido con el nombre de Hotu Matua, quien habría arribado a la isla desde alguna parte de la Polinesia acompañado de su esposa. Unos treinta reyezuelos habrían sucedido a Hotu Matua hasta 1862. Un segundo rey (o jefe militar) era elegido todos los años. La tradición estipulaba que todos aquellos guerreros que deseasen detentar dicho rango debían encontrar, antes que sus rivales, el primer huevo que las golondrinas ponen sobre el vecino islote de Moto Nui. La competición se realizaba cada primavera, después de una ceremonia consagrada a una especie de divinidad conocida como el Hombre-Pájaro.

 En aquel año, 1862, los negreros peruanos diezmaron casi en su totalidad la población nativa de la isla de Pascua que, hasta la fecha, estaba constituida por una comunidad eminentemente pescadora y agricultora, muy jerarquizada y combativa. Hoy en día, la población de Pascua se reduce a unos 5.000 habitantes que ya casi nada tienen que ver con los antiguos pobladores de la isla.

 

 Muchos investigadores, arqueólogos e historiadores se han aventurado a buscar alguna clase de significado sobre aquellos magníficos monumentos que la isla esconde. Puede que las tablillas de madera que los nativos nos han legado contengan alguna clase de explicaciones sobre el que sigue siendo un misterio. Estas tablillas, llamadas “rongo-rongo” están talladas con signos que se presentan indescifrables. Desde 1950, multitud de investigadores han dedicado parte de su vida a intentar, en vano, descifrar aquella amalgama de signos con figuras de animales, plantas, antropomorfas…

 

 

Fragmento de tablilla Rongo-Rongo encontrada en la isla de Pascua. Imagen cortesía de lonelyplanetimages.com

 

 

Uno de los investigadores que trató de arrojar algo de luz sobre las construcciones fue Thor Heyerdabl, que en 1955 consiguió izar una escultura de veintitrés toneladas en dieciocho días y con la ayuda de solo doce pascuenses. Para lograrlo se aprovisionaron de tablones que usaron a modo de palanca; una vez izada una parte de costado se colocaban piedras debajo de ella. Después iban levantando poco a poco dicho costado, colocando más piedras debajo hasta así lograr ponerla totalmente vertical para terminar enderezandola con cuerdas. Pero, lo que Hayerdabl no pudo explicar fue como fueron puestos los sombreros de las estatuas, algunos de varias toneladas de peso.

 

El como fueron transportadas las esculturas desde su lugar de construcción hasta donde hoy reposan también fue motivo de numerosos interrogantes. En 1955 se intentó un experimento recostando algunos de los colosos sobre un lecho de madera a modo de trineos tirados por cuerdas. El experimento resultó mas o menos satisfactorio aunque no llegó a ser concluyente, pues muchas de las piezas comenzaron a deteriorarse gravemente en el transporte. A la vez, surgió otra pregunta.. ¿ Tendrían los nativos pascuenses capacidad para construir gigantescos trineos de madera? Y es que la isla de Pascua (de origen volcánico) cuenta con una vegetación muy pobre en la que escasean los árboles. El botánico inglés John Fenley afirma que, en el pasado, la isla estaría cubierta por densos bosques. El hallazgo, en 1983, de de algunas nueces de jubea (frutos de un árbol conocido como “palmera de Chile”) parecen abalar dicha hipótesis, lo que proporcionaría a los nativos unos amplios recursos madereros para construir tanto tablones de madera como grandes trineos.

 

Otro de los grandes enigmas es la función de los propios moais. Existe una axioma fuertemente arraigado entre historiadores y arqueólogos que sostiene que ante cualquier artilugio, monumento, abalorio, pintura u objeto que carezca de alguna función específica sea catalogado como “objeto de culto”, “ mágico”, “ religioso”, “ritual” o “chamánico”. De esta manera, la comunidad científica se escapa de engorrosos interrogantes a la hora de dar sentido a algunos extraños artilugios que carezcan de cualquier clase de funcionalidad concreta. Siguiendo dicho axioma se estimó que las esculturas de Pascua responderían a alguna clase de ancestral culto a los muertos o a los ídolos. Hay autores que también afirman que probablemente su propósito era el de “cuidar de la isla”, pero el hecho de que las esculturas estén giradas hacia la tierra, y no hacia mar, vuelven a esta hipótesis poco concluyente.

 

Pero lo mas misterioso e interesante del tema se descubriría recientemente, aunque algunas fuentes aseguran que ya en 1915 se tenia conocimiento de este hecho. Me refiero al enigma que nos presentan alguno de estos moais, en concreto, aquellos cuyo cuerpo se encuentra enterrado bajo tierra, algunos a una profundidad de hasta 8 metros. Si estas estimaciones son ciertas, no nos quedara mas que afirmar que dichas construcciones se remontarían a un tiempo antiquísimo (unos 15.000 años de antigüedad), en una época coincidente con la era postglacial caracterizada por el numero de tsunamis y el aumento del nivel del mar. Esta época, que coincidiría con el Paleolítico Superior, conllevaría una total ruptura con lo expuesto anteriormente ya que, muy probablemente, la isla de Pascua incluso podría carecer que cualquier tipo de presencia humana en aquel tiempo a la vez que se presenta imposible que la construcción de tales monumentos pudieran llevarse a cabo con la tecnología de la época, cuando las mayores representaciones artísticas se limitaban a algunas pinturas en cuevas.

 

 

Profundidad que alcanzan algunos moais cuyos cuerpos permanecen enterrados bajo varios metros de tierra. Imagen cortesía de starviewer.files.wordpress.com

 

 

Elena Blatvasky fundadora de la sociedad teosófica en 1875, siguiendo los postulados de Philippe Sclater (quien acuñó el termino de Lemuria en 1850) sostiene que los moai fueron construidos por antiguos habitantes de Lemuria, un mundo altamente civilizado que sería el equivalente, en el océano Indico, a la Atlántida.

El coronel Curchward, por su parte, cree que lo antiguos habitantes de isla y los colosales esculturas son una reminiscencia material de la avanzada civilización de “Mu”, que se habría extendido desde el norte de Hawai hasta el sur del continente.

Para otros, la isla de Pascua no habría pertenecido a Mu ni a Lemuria, sino que sería alguna clase de enclave colonizador atalante hacia el Pacifico e Indico.

 Para alguno, los moai son las representaciones de antiguos visitantes del cosmos que habrían entrado en contacto con las antiguas civilizaciones amerindias. Y es que los pocos pascuenses mestizos que perviven a día de hoy sostienen que dichas esculturas son la representación de ancestros poderosos y poseedores del maná (un particular poder mental). ¿Tal vez estos misteriosos visitantes espaciales ayudaron a los pascuenses a construir y levantar tales colosos de piedra en la isla?

 

A día de hoy la isla de Pascua sigue siendo uno de los rincones de la Tierra en la que antiguos alardes de construcción siguen resultandonos inexplicables si nos basamos en la tecnología de la época y ciñendonos a los postulados que defiende la ciencia histórica.  Actualmente, se encuentran unas 400 estatuas en la cantera excavada a la falda del Rano Raraku sin terminar, sin que se conozca la razón de abandonar tan colosal obra. Mientras, 600 increíbles esculturas vigilan hoy la isla de Pascua sin que sepamos quién las construyo, cuando, como y con qué propósito…

Moais. Imagen cortesía de viajesamiritmo.com

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El Misterio de la Expedición Dyatlov

Para explicar la historia que hoy nos atañe es necesario hacer un viaje en el tiempo hasta el año 1959. En aquella época, la extinta URSS era un territorio de secretos gubernamentales conocido en occidente como el “telón acero” y, lo que ocurría mas allá de ese intangible telón, era totalmente silenciado. En aquellos años de secretos y guerra fía sucedió un extraño incidente que se cobró la vida de nueve jóvenes y que aún continua siendo un completo misterio… y es que nadie sobrevivió para relatar lo que aquella fatídica noche del 2 de febrero de 1959 sucedió a las faldas del monte Jolat Siajl.

 La historia arranca unos días antes de dicha fecha, cuando un grupo de diez estudiantes del Instituto Politécnico de los Urales con amplia experiencia en expediciones de montaña llegaron a Vizhai después de un largo viaje en tren hasta Ivdel. El grupo estaba capitaneado por Igor Dyatlov, un joven estudiante del departamento de radio de 23 años de edad. Con él iban Zinaida Kolmogorova, Liudmila Dubinina, Aleksander Kolevatov, Rustem Slobodin, Yuri Krivonischenko, Yuri Doroshenko, Nicolas Thibeaux-Brignollel y Yuri Yudin. Ninguno de ellos pasaba de los 25 años de edad, excepto el guía que les acompañaba, Alexander Zolotarev, de 37 años. La intención de aquel grupo de jóvenes alpinistas era adentrarse en las montañas de Jolar Siajl. Esta montaña era conocida por los habitantes locales (los Mansi) como “la montaña de la muerte”, aunque el objetivo final del grupo de montañeros era coronar un pico de 2000 metros de altitud llamado Otorten. Este pico era un enclave temido y maldito por los lugareños que lo habían bautizado con el nombre exacto de Gora-Otorten lo que literalmente significa “no vayas allí jamas”.

Igor Dyatlov, Zina Kolmogorova y Ludmila Dubinina. Imagen cortesia de unitedcats.files.wordpress.com

Desoyendo todas las ancestrales leyendas locales, los jóvenes comienzan su excursión el 27 de enero. Al día siguiente, uno de ellos enfermó de fiebre, Yuri Yudin, lo que le hizo abandonar a sus compañeros y regresar al campamento base que habían instalado unos kilómetros mas allá,  por lo que la expedición final quedó compuesta por solo nueve miembros. El día 31 de enero el grupo llegó cerca de la ladera del Otorten y se decidió a pertrecharse para la escalada. Montó su campamento a la noche, después de haberse desviado unos metros de su camino debido a las fatales inclemencias meteorológicas. Aquella noche cenaron pronto y se recogieron en la tienda de campaña.

Cuando el día 12 de febrero, fecha que habían estimado como de regreso a Vizhain, no se tenían noticias del grupo comenzaron las labores de búsqueda. El 26 de febrero se encontró el campamento abandonado en Kholat Syakhl. La tienda estaba muy dañada y huellas humanas se perdían hacia los bosques cercanos del nordeste. El el borde del bosque, el equipo de rescate encuentra los restos de una hoguera y los dos primeros cadáveres, los de Yuri Krivonischenko y Yuri Doroshenko; éste último iba descalzo y solo llevaba puesta su ropa interior. Según se intuyó, los jóvenes habrían intentado trepar por un árbol que cedió, lo que explicaría que hubiese restos de sangre y piel en la corteza. Entre los pinos y el campamento, se encontraron tres cadáveres más. Eran los de Igor Dyatlov, Zinaida Kolmogorova y Rustem Slobodin.  Igor tenía una rama en una mano y, con la otra, parecía cubrirse o defenserse de algo. Rustem tenia un agujero en el cráneo, aunque no parecía que fuese la causa de la muerte y el cadáver de Zinaida presentaba unas extrañas características: su pelo se había vuelto grisáceo y su tez presentaba un inusual color anaranjado. Según se pensó en un primer momento, estos tres jóvenes habían intentado regresar al campamento desde el bosque, ya que sus cuerpos se encontraron separados de la tienda por 630, 480 y 300 metros respectivamente en dirección hacia ella. Se determinó que todos ellos habían fallecido víctimas de la hipotermia.

 La búsqueda de los otros cuatro restantes exploradores se prolongó durante más de dos meses. Sus cuerpos aparecieron el 4 de mayo, bajo cuatro metros de nieve en el interior del bosque. El cadáver de Nicolas Thibeaux-Brignolle había sufrido daños en el cráneo; a Alexander Zolotarev le faltaban algunos dientes y tenia fracturas en el pecho; aunque el caso más extraño era el de Liudmila Dubidina, a la cual le había sido cercenada la lengua. Por otro lado, los cuerpos no tenían ninguna clase de heridas externas aunque todos ellos presentaban enormes hemorragias internas  y sus ropajes desprendían lecturas de haber estado expuestos a altas dosis de radiación a las que no se consiguió dar ninguna explicación,

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Monumento conmemorativo a las victimas del incidente Dyatlov. Imagen cortesía de cdn.blog.hu

¿Qué ocurrió?

 

El misterio llegó a la hora de encontrar una explicación a todo aquel galimatias de extrañas pruebas. Se cree que “algo” sorprendió a los jóvenes y les empujó a abandonar precipitadamente su campamento aquella noche del 2 de febrero. La tienda de campaña había sido abierta desde el interior, pero el grupo ni siquiera perdió el tiempo en abrir la cremallera que la cerraba, sino que habían rajado literalmente el habitáculo con un cuchillo, saliendo precipitadamente al exterior casi desnudos y durante un temporal de ventisca que hacia que los termómetros estuviesen por debajo de los 25º bajo cero.

 Una vez en el exterior, los jóvenes huyeron corriendo hacia el bosque, donde tres de ellos murieron de hipotermia y seis fallecieron por alguna clase de “accidente”. Nadie había sido arrastrado hacia el exterior del campamento y todos habían escapado por su propia voluntad. La investigación se cerró el mismo mes de mayo de 1959 al no hallarse pruebas de nada incriminatorio y zanjar el tema como un simple “accidente”. Los informes, clasificados como “archivos secretos”, fueron remitidos a Moscú, junto con la cámara fotográfica que se encontró en el campamento, así como los informes de las autopsias que solo fueron parcialmente revelados en los años 90. Y fueron revelados de manera sesgada, pues cientos de hojas de los documentos no estaban presentes en los informes.

En los tres años posteriores a la extraña muerte de los excursionistas, las autoridades rusas militarizaron el recinto y prohibieron el paso de cualquier civil por aquella zona de los Urales.

Pero… ¿Qué llevo a nueve personas a salir apresuradamente de su campamento? ¿Qué les empujo a huir a tal velocidad que salieron semi desnudos a la nieve durante un terrible temporal de frió con temperaturas cercanas a los 30º bajo cero? ¿Por qué no recogieron nada del equipo a pesar de llevar consigo un rifle y algunos puñales? ¿Qué les infundio tanto pánico como para huir cada cual por su propio camino? Y, sobre todo, ¿qué causo la muerte de aquellos alpinistas?

Miles de preguntas aún sin respuestas. La  Fundacion Dyatlov (en honor al jefe de la exploración) continua, a día de hoy, luchando por reabrir el caso y que se desclasifiquen todos los documentos que las autoridades rusas guardan sobre el incidente.

A pesar del secretismo y de lo misterioso de los hechos, desde MD trataremos de exponer cuales son las teorías que se manejan al respecto.

 

 

Estado en el que fue hallado el campamento Dyatlov. Imagen cortesía de tumblr.com

 

 

Las Teorías:

 

Existen cinco teorías principales sobre lo que pudo ocurrir aquella fatídica noche:

 

Envenenamiento: Las autopsias estimaron que los jóvenes habían muerto a las 6 horas de haber ingerido su última comida. Esto podría indicar que a las 4 o 5 horas después de la cena los miembros del grupo comenzasen a sentirse verdaderamente enfermos en el interior de la tienda. Esto podría explicar que los jóvenes comenzasen a sentirse confusos y asustados con lo que habrían podido salir huyendo de su tienda. Esta teoría daría también explicación a las numerosas hemorragias internas que presentaban los cuerpos; e, incluso, daría alguna clase de pista sobre la posible amputación de la lengua en el cuerpo de Liudmila que podría ser debida a realizar un posterior análisis medico en busca de alguna clase de sustancia tóxica. Sin embargo, la teoría del envenenamiento no explicaría el pelo canoso que presentaban algunos de los cuerpos, pues dicha reacción no se da en ningún caso de envenenamiento; así como tampoco explicaría los altos niveles de radiación que se encontraban en las ropas de las victimas ni quien o qué habría sido el causante de dicha intoxicación.

 

Un ataque Mansi: El ataque por parte de los Mansi (lugareños de aquella zona de los Urales) fue la primera teoría que se barajó. Se pensó que probablemente los jóvenes habría profanado alguna clase de lugar o creencia de dicho clan y estos los habrían atacado a modo de venganza. Fue desechada casi de inmediato al no hallarse signos de lucha ni heridas producto de una pelea. Ademas, los Mansi se caracterizan por ser gentes afables y muy hospitalarias. Incluso se tiene constancia de que la expedición de Dyatlov entró en contacto con algunos de ellos y fueron recibidos de manera más que amistosa.

 

Intervención militar: Esta teoría cobró fuerza cuando los equipos de rescate hallaron en el campamento objetos que no pertenecían a ninguno de los miembros del grupo. Entre estos objetos había un par de esquíes de más, unas gafas de nieve y lo que parecía un abrigo de tipo militar que pudiesen pertenecer a alguna clase de soldados de la época. Cerca de donde acamparon los jóvenes aquella noche se encontraba un campo de concentración para disidentes rusos llamado Bulaj, por lo que se estima que tal vez los excursionistas fueron confundidos con presos huidos por alguna patrulla y haber sido víctimas de un ataque policial. Esta hipótesis esta también alimentada en que algunos testigos del grupo de rescate dijeron haber encontrado once cuerpos, y no nueve. Estos dos «misteriosos» cuerpos fueron retirados del lugar rápidamente sin llegar a ser identificados. Lo mas extraño de esta teoría es que si realmente fueron atacados por alguna clase de soldados armados, los cadáveres no presenten signos de disparos ni heridas externas ni ninguna clase de forcejeo. Tampoco se encontraron rastros de casquillos ni pisadas en los alrededores que indicasen la presencia de nadie aparte de los jóvenes, por no mencionar el hecho de las extrañas hemorragias internas y la radiación.

 

Una avalancha de nieve ligera: Es una de las teorías mas aceptadas. En ella se afirma que una avalancha de nieve habría sorprendido a los alpinistas dentro de la tienda lo que les habría obligado a escapar rasgándola desde el interior y emprender la huida hacia el bosque tratando, en algunos casos, de trepar a los arboles para ponerse a salvo. Cuando se percataron de que la amenaza de alud había pasado, intentaron regresar al campamento pero no lo habrían logrado y habrían perecido victimas del frío. Esta teoría también explicaría de manera bastante convincente la causa de las extrañas hemorragias internas ya que las mismas podrían haber sido producidas por el peso de la nieve. Si bien es una teoría que encaja en lo general del misterio se salta algunos detalles en particular como que fue lo que causo la aparición de los cabellos canosos en los cadáveres y la radiación de los mismos. Es también muy extraño que si la fatal muerte de  aquel grupo de exploradores se debió a una causa totalmente natural las autoridades rusas confiscasen las autopsias y no revelasen ninguna clase de dato al respecto durante años.

 

La teoría OVNI. Es, según nuestro criterio, la que daría mas cohesión a todos los detalles del misterio. En primer lugar, los investigadores que emprendieron la búsqueda de la verdad después del incidente reportaron testimonios de algunos testigos que afirmaban haber visto luces anaranjadas en los cielos en las fechas cercanas a la tragedia. Es especialmente relevante el testimonio de otro grupo de alpinistas que aquella misma noche se encontraban a unos 50 kilómetros de la expedición de Dyatlov y que aseguraron haber sido testigos de la evolución de unas luces que se movían en el cielo en dirección, precisamente, al monte Gora-Otorten. Las hemorragias internas que presentaban los cuerpos y que en un primer momento fueron definidas como causa de una “fuerza desconocida e irresistible” podrían responder a un proceso se extrema aceleración lo que habría provocado una “explosión interna” del organismo. Esto explicaría también el inusual nivel de radiación (que es una constante en innumerables casos relacionados con el fenómeno OVNI) encontrado en el cuerpo y las telas de los cadáveres. A la vez, también explicaría por qué las autoridades de la URSS habrían confiscado todo el material relativo a autopsias y fotografías que habían tomado los jóvenes y por qué parte de su contenido aun no ha sido revelado. Incluso tendría cabida la presencia militar en la zona aquella noche. Aunque todo esto no descarta tampoco cualquier posible tipo de experimento militar secreto que acabase con las vidas de los jóvenes y quien sabe si de algún miembro de las fuerzas armadas.

Han pasado más de 50 años desde que un pequeño grupo de alpinistas perdieran la vida en extrañísimas circunstancias en el corazón de los Urales y aún hoy en día continúan las preguntas sin respuestas sobre lo que ocurrió realmente. El único superviviente del grupo, Yuri Yudin que se había visto obligado a dejar la expedición debido a una intensa fiebre declaro en una ocasión: “Si yo tuviera la oportunidad de pedirle a Dios una sola pregunta seria ¿Qué pasó realmente con mis amigos esa noche?”.

Nicolas Thibeaux-Brignollel, Ludmila Dubinina, Alexander Zolotaryov y Zina Kolmogorova. Imagen cortesía de joblo.com

Puede que solo Dios lo sepa…

 

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Gromia

 

 

Aunque esta noticia no es nueva, creo que será de sumo interés a los interesados. Por lo menos a mí así me lo parece, sobre todo a la hora de poder hablar de según que temas con cierto grado de propiedad.

Fue durante el verano del  2007, durante una expedición a las Bahamas, que un equipo de científicos realizó un descubrimiento sorprendente. Sobre el lecho marino, a una profundidad de 610 metros, un submarino guiado  por control remoto grabó en vídeo lo que podría denominarse como:  “bola sin cerebro, sin ojos ni color, cubierta completamente por barro”. De hecho, Mikhail V. Matz, de la Universidad de Texas, es el responsable de tan gráfica descripción.

Y no es para menos.

Parece ser que estas bolas, que miden cerca de una pulgada (2,5 centímetros de diámetro aproximadamente),  dejan improntas de sus rastros sobre el fondo marino, como si de algún modo consiguieran rodar sobre él, de una manera autónoma.

Tras un lapso de tiempo prudencia, el doctor Mazt y sus colegas han publicado su hallazgo y estudio en  Current Biology, donde en términos más científicos  se expone que tal ser, en realidad, es una ameba gigante del género Gromia, un envoltorio transparente de protoplasma con un núcleo relleno de agua que le ayuda a mantener su forma esférica. Afirmándose que la criatura, dadas estas características,  rueda empujándose a si misma mediante la exudación de pequeñas porciones de dicho protoplasma a través de unas aperturas en su superficie.

Gromia

Por otro lado, más allá de la simple curiosidad,  los investigadores cayeron en la cuenta de que sus rastros eran muy similares a los surcos hallados sobre lecho marino fósil datado hace más de 550 millones de años. De modo que la ameba rodante plantea severas dudas sobre el entendimiento que los científicos tienen, hoy día,  sobre el modo en que la vida en la Tierra se diversificó.

De siempre se había argumentado que los organismos pluricelulares, provistos de dos hemisferios simétricos, surgieron antes de la explosión de diversidad que se dio en el período Cámbrico, hace unos 542 millones de años. Uno de los mejores argumentos esgrimidos para tal afirmación era precisamente la de los rastros fosilizados encontrados en el lecho marino, entendiéndose que sólo una criatura compleja y de simetría bilateral, podría maniobrar por sus propios medios dejando ese tipo de surcos.

En juego este organismo Gromia, que es unicelular y carece de  simetría bilateral, y que además deja rastros muy similares, obliga a replantearse las teorías hasta ahora postuladas.

Parafraseando a Matz: “Realmente este es un duro golpe para la escuela de pensamiento que sostiene que los animales evolucionaron de forma lenta antes del Cámbrico”.

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Asteroides

 

 

Resulta que en la semana que va del 4 al 10 de marzo, cuatro asteroides se han aproximado a nuestro planeta.

La primera “visita” fue el lunes 4 y la última, si las autoridades lo permiten – nótese la sorna -, el domingo 10.

Este ritmo, según los entendidos, lejos de ser una anormalidad en cuanto a frecuencia es completamente normal, sólo que ahora, es seguido  de cerca por los medios de comunicación. Máxime cuando la caída de un meteorito el 15 de febrero en la ciudad rusa de Chelyabinsk ha encendido las alarmas en la comunidad científica, pues se trata del mayor impacto sufrido en la Tierra por un fenómeno de esta naturaleza en los últimos cien años. Con tan sólo 15 metros de diámetro en el momento de su entrada en la atmósfera, tenía una masa de 7.000 toneladas y liberó energía equivalente a 500 kilotones. Hirió a 1.200 personas y provocó importantes daños en los edificios de la ciudad. O eso es lo que se dice.

Cual campo de tiro cósmico, el encuentro más significativo de nuestro planeta con una de estas  rocas espaciales ocurrió el sábado. El asteroide 2013 ET, que fuera descubierto el 3 de marzo por investigadores de la Universidad de Arizona, pasó a 965.606 kilómetros de la Tierra, aproximadamente 2,5 veces la distancia media entre la Tierra y el Sol.  Según las primeras estimaciones, su tamaño alcanzaba los 140 metros de diámetro, pero las últimas observaciones de la NASA lo han encogido a tan sólo 40 metros.

Ese mismo sábado otro asteroide, 2013 EC20, más pequeño (sólo 7 metros de diámetro),  descubierto apenas dos días antes, se acercó todavía más a la Tierra. Pasó a una distancia de 150.000 km (menos de la mitad de la distancia media entre la Tierra y la Luna).

asteroide

Si el primero de los dos asteroides (2013 ET) hubiera alcanzado la Tierra podría haber destruido una gran ciudad. En 1908 otro cuerpo espacial del mismo tamaño penetró en la atmósfera sobre Siberia, en lo que se conoce como “incidente Tunguska”, y arrasó por completo bosques en una zona de 2.140 kilómetros cuadrados. Así la cosa, imaginen.

Los otros dos cuerpos de la última semana fueron el asteroide 2013 CE y el 2013 EN20, que se aproximaron el lunes y el domingo, respectivamente. El 2013 CE, con 12 metros de ancho, descubierto por el astrofísico italiano Gianluca Masi, pasó a 383.000 kilómetros, casi la misma distancia que hay entre la Tierra y la Luna. Su hallazgo se dio dos días antes de su máxima aproximación . Más allá de la órbita lunar cruzó el 2013 EN20, con cerca de 23 metros de diámetro.

A pesar de las apariencias, sin embargo, no está sucediendo nada extraordinario o que se salga de lo que es normal. Científicos de la NASA y astrónomos de todo el mundo exploran de manera contínua el cielo en busca de rocas errantes que puedan suponer una amenaza para nosotros. Y son muchos los asteroides que pasan más o menos cerca de la Tierra sin que, por ahora, podamos detectarlos.

El caso del meteorito de Chelyabinsk ha logrado concentrar la atención mundial sobre esta clase de episodios, aunque yo considero  que no hay otro motivo que no sea el morbo  (por lo menos desde aquel que se supone cayó y exitinguió a los dinosaurios). Cientos de toneladas métricas de materia surcan los espacios circundantes a nuestro planeta todos los días, por lo menos eso es lo que hemos – como humanos – podido detectar, de los cuales al menos un centenar penetra en  la atmósfera sin mayor complicación.

Mientras, el mundo sigue las peripecias de una facción monástica (y de otras más sectarias aún), que si bien es mayoritaria en cuanto a credos no es representativa, en absoluto, en cuanto a humana. Los más exacerbados petimetres, los mismo que cada mil años anuncian la llegada de un asteroide vengador llamado Ajenjo (confundiendo estrellas, montañas, asteroides y hasta la mano derecha con la izquierda), se han dedicado a defender el honor y la honra del pastor1 que les habrá de guiar, como borregos que son, por las senda de una doctrina tan dogmática como hipócrita.

Como a menudo suelo decir: El mundo gira y los tontos miran.

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1.- Del que lo mejor que se puede decir, obviando el contexto argentino, es que es un jesuita que servía al Opus Dei.