He leído bastantes comentarios que invitan, por no decir exhortan, a que se traten temas «útiles» para el día a día. Dado que la situación de cada uno es la de cada cual y que las necesidades de los individuos difieren de unos a otros he pensado que quizás esos temas útiles sean los que tengan que ver con las necesidades básicas del ser humano, por ejemplo su salud. Y aunque no soy persona de hacer este tipo de cosas, creo que por esta vez podría comentarles algo acerca de unos hechos que, en lo tocante a nuestra salud, pudieran resultar «útiles».
En alguna ocasión he hablado sobre este tema, en este y otros medios. Parace ser que alguien ha tomado conciencia del asunto (y no precisamente por escucharme a mí) y está obrando en consecuencia. Aunque ya se sabe que las cosas de palacio, cuando van, van despacio.
No hace falta haber estudiado en Salamanca para saber que los armarios de productos de la limpieza de las casas son un arsenal químico en potencia. Sin apenas darnos cuenta, el lugar donde se pasamos más tiempo, está lleno de sustancias que no han sido pertinentemente evaluadas. Cosa que denuncia la campaña Hogar sin tóxicos de la Fundación Vivo Sano, a la que también se ha adherido, cómo no, Greenpeace.
Un rápido vistazo a las etiquetas hace fijarse sobre el intríngulis de algunos casos. Ejemplo de ello, caso que he podido comprobar acercándome a una gran superficie, es el hecho que denuncia Carlos de Prada, director de la citada campaña, en el que varios ambientadores de diversas marcas indican en su etiqueta que deben ser usados en lugares bien ventilados. El señor De Prada se pregunta, y yo con él: “Entonces, ¿para qué hace falta un ambientador?”
Por mi parte considero (y también añado) que un cubículo de hormigón de 60 metros cuadrados departamentado en subsecciones más pequeñas – de entre cuatro y siete – no es el mejor ejemplo de espacio bien ventilado. Menos si una de esas secciones es el cuarto de baño, para el que existe una amplia gama de este tipo de productos.
La lista de compuestos potencialmente tóxicos es amplia. Tanto que no la reproduciré, pero que pueden buscar si es que les interesa.
Algunos de estos productos, cuyos efectos ya han sido probados, como ftalatos o bisfenol – compuestos sintéticos que se usan como cubierta de superficies, desde suelos a latas, o para fabricar plásticos y chupetes – poco a poco, se van prohibiendo. Pero una inmensa mayoría están todavía sin investigar, siquiera de soslayo.
La fundación destaca particularmente los “retardantes de llama, compuestos perfluorados, alquilfenoles, bisfenol A, metales pesados o compuestos orgánicos volátiles”. Y pueden estar en casi cualquier sitio: “productos de aseo personal, cosméticos, limpieza, alimentos, muebles o menaje”. Es por ello que Alfredo Suárez, director de la Fundación Vive Sano, declara que lo primero es divulgar y concienciar sobre su presencia, y, a la vez, hacer campañas para su regulación para modificarla ya que muchas veces se usan “al amparo del secreto comercial que permite a la industria un etiquetado sin demasiados detalles”. Es decir, la misma historia de siempre repetida una vez más. Una empresa puede omitir ciertos ingredientes de la composición de un producto y por ende sus efectos.
Detrás de este posible problema para la salud pública está la historia de cómo se ha desarrolado la industria. Sara del Río, de Greenpeace, nos hace recordar que el programa de control, revisión y sustitución de productos químicos potencialmente peligrosos de la UE (REACH, en inglés) tiene más de 140.000 sustancias registradas. De las cuales, aduce De Prada, hasta 2010, solo se habían evaluado 141. Cosa que hace que el margen para la sospecha sea ciertamente amplio.
Por su parte, el investigador del CSIC Jesús del Mazo, experto en formación de gametos, hizo hincapié en que se trata de productos que pueden actuar solos o separados, a distintas dosis y en distintas fases del desarrollo. Siendo que, en sus propias palabras: “Muchos lo hacen en las primeras fases de la gestación, y pueden manifestarse “generaciones después”.
Ante la ingente tarea que sería estudiar todo lo que está sin verificar, Del Mazo opina que hay que “establecer prioridades”. Resaltando el hecho de que algunos de los productos enumerados son disruptores hormonales.
Casi nada.
Suárez indica que, pese al avance en los últimos años en calidad y esperanza de vida, se dan casos (cáncer de testículos en hombres jóvenes, adelanto de los cánceres de mama en mujeres, asma y otras enfermedades crónicas en niños) que parecen relacionados con la existencia de estos contaminantes. Recalcando que una posible causa de la bajada espermática anual (que ronda el 1% de media) bien pudiera deberse a esta causa.
El científico señala que hay una conexión clara entre medio ambiente y enfermedades, algo que cada vez está más en evidencia por los avances de la epigenética (los condicionantes que hacen que se expresen unos genes u otros). El problema es que “es imposible eliminarlos si no hay una alternativa inmediata”.
Mientras tanto, la fundación ofrece alternativas a casi todo, ya que, si se mira bien, en casi todo (ropa, alfombras, muebles, alimentos, menaje). Y, si no, siempre se puede regular el uso. ¿A caso es necesario que usted tenga el suelo de su casa a un nivel aseptico similar al de un quirófano? Evidentemente no.