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Premoniciones Famosas

Hace unos días  JL exponía en un videoprograma la posibilidad de ver el futuro. Hoy, en este post, quisiera mostrar que existen cientos de premoniciones, sueños, visiones… sobre futuros acontecimientos que han pasado a la historia por su exactitud y, como a modo de advertencia, sus vaticinios se cumplieron con bastante precisión. De entre ellas son especialmente famosas aquellas que tienen que ver con diferentes catástrofes que acabaron cobrándose las vidas de decenas o cientos de personas. Me gustaría hacer una modesta recopilación de aquellas que pasaron a la historia como ejemplo de que, tal vez y de alguna manera alguien, en algún momento, pueda ver o intuir un acontecimiento futuro.

 

EL TITANIC:

 

En 1898, catorce años antes de la fatídica noche del hundimiento del transatlántico más famoso de todos los tiempos, se publica una obra literaria titulada “Futilidad”, escrita por el autor estadounidense Morgan Robertson. Esta novela corta, relata el naufragio del “ transatlántico más grande construido por el hombre”, el “Titán”. Este imaginario buque impacta contra un iceberg y se hunde en una noche de abril llevándose consigo la vida de la mayoría de sus pasajeros al no contar con el numero suficiente de botes salvavidas. Las coincidencias no terminan ahí pues Morgan Robertson parece que detalla, casi a la perfección, datos técnicos que se asemejan de manera sorprendente a los del “Titanic” real. El “Titán” se hunde una noche de abril, el Titanic se hundió el 10 de abril de 1912; el Titán comienza su viaje desde el puerto de Southampton, el Titanic zarpó desde la misma localidad inglesa (Southampton); el Titán pesaba 70.000 toneladas, el Titanic 60.000; la eslora del Titán era de 800 pies, la del Titanic era de 882.5 pies; la velocidad que podía alcanzar el Titán era de 25 nudos, la del Titanic también era, exactamente, de 25 nudos; el Titán contaba con tres hélices, las mismas que tenía el Titanic; el Titán podía transportar 3000 pasajeros, la misma capacidad que poseía el Titanic; en la novela, el Titán llevaba a bordo 2.000 pasajeros, el Titanic transportaba 2.230; el Titán contaba con 24 botes salvavidas, el Titanic real con 20; el Titán poseía 19 compartimentos estancos, el Titanic tenia 15; el Titán era empujado por la fuerza de 3 motores, el Titanic eran también arrastrado por 3 motores; el impacto del iceberg con el Titán se produjo por el lado de estribor, al igual que sucedió en la tragedia del Titanic; por último, el Titán naufragó a 400 millas de Terranova, el Titanic real zozobró, exactamente, a 400 millas de Terranova.

 Lo más curioso o enigmático de todo el asunto es que Morgan Robertson declaró durante toda su vida que la inspiración para escribir la novela le había venido de un “colaborador astral” el cual le había revelado los detalles de la tragedia en un sueño premonitorio. Además, su novela comenzó a gestarse nueve años antes del comienzo de los trabajos de construcción del Titanic, incluso antes de su concepción como proyecto, por lo que Robertson no pudo inspirarse para escribir su obra en ninguna clase de información real, pues tampoco existía en la época ningún navío semejante.

 La obra “Futilidad” podría considerarse como una de esas misteriosas premoniciones que acabaron convirtiéndose en realidad. Además también se dice que muchas de las personas que estaban a punto de embarcar en el famoso viaje inaugural del mítico transatlántico anularon sus reservas porque habían tenido similares premoniciones catastróficas sobre que el viaje del Titanic acabaría en tragedia.

 

 titanic

 

EL VUELO DC-10 DE AMERICAN AIRLINES

 

En mayo de 1979, David Booth, un oficinista de Cincinnati (Ohio), es atormentado por una pesadilla en la que presencia una catástrofe aérea en un aeropuerto del país. Ve, durante varias noches, como un gran jet con los colores de la bandera de Estados Unidos levanta el vuelo de manera extraña y, como consecuencia de ello, se inclina súbitamente de costado y se estrella contra la pista dejando una gran explosión de fuego y humo.

El sueño, que se repite durante varias noches, le va revelando a Booth más detalles sobre la catástrofe, de tal manera que David acaba acudiendo a un psiquiatra y presentándose en el aeropuerto de Cincinnati para advertir del desastre.

A pesar de lo disparatado de la situación,  los técnicos del aeropuerto toman en serio el aviso de Booth y tratan sin éxito de adivinar, según los detalles que proporciona, de que aeropuerto se trata. Además de eso, la compañía American Airlines refuerza sus medidas de seguridad en sus grandes aviones y llevan, en algunos casos, pormenorizadas revisiones de mantenimiento.

 Todo ello no fue suficiente; el 26 de mayo de 1979, el vuelo DC-10 de American Airlines se estrella súbitamente al despegar del aeropuerto de Chicago con una total coincidencia con los detalles que Booth había proporcionado como consecuencia de sus visiones. 237 personas perdieron la vida y las pesadillas de Booth se terminaron…

 

 

Momento en que el vuelo DC10 de American Airlines vira de manera brusca de costado antes de estrellarse mientras despega del aeropuerto de Chicago. Imagen cortesía de securiteaerienne.com

 

 

EL ACCIDENTE DEL R101

 

Los salones y camarotes flotantes de este lujoso dirigible de origen inglés eran como los de cualquier transatlántico. Como el Titanic, el R101 era el mayor y mas lujoso dirigible construido hasta entonces y su viaje inaugural del 4 de octubre de 1930 tenía como destino la India.

En Inglaterra, dos mujeres habían tenido un inquietante presagio sobre que el vuelo del R101 acabaría de manera trágica. Una era Emilie Hinchliffe, viuda de un piloto desaparecido en el Atlántico dos años antes; la otra, la medium Eileen Garrett quien afirmaba que el marido de la primera había mostrado su preocupación sobre el destino del R101 en algunas sesiones mediúmnicas en las que ambas mujeres participaron. Así mismo, Emilie había tenido varios sueños en los que un gran dirigible humeante caía del cielo.

Después de varios días, Emilie optó por informar de sus temores al teniente Johnston, un amigo de su marido que había participado en la construcción del R101. Aunque Johnston se mostró muy cortes con la “viuda” de su camarada, no hizo caso de sus advertencias.

Meses después, cuando ya se habían hecho patentes numerosos fallos y problemas técnicos en la aeronave, Eileen comunicó sus inquietudes al capitán Sir Sefton Brancker, director de Aviación Civil. Brancker también hizo oídos sordos a las advertencias de Eileen y aseguró que la nave volaría y que el mismo sería uno de sus pasajeros, convencido de la seguridad del R101.

Sifton Bracker, así como 46 de de los 52 tripulantes del R101 encontró la muerte cuando, a las 2.08 de la madrugada del 5 de octubre, una tormenta sorprendió al dirigible sobre los cielos de Francia y le hizo estrellarse, envuelto en llamas, en una colina cercana a París.

 

 

 

Catástrofe del dirigible R101. Imagen cortesía de euro-tongil.org

 

 

LA TRAGEDIA DE LA ESCUELA DE ABERGAN

 

El 21 de octubre de 1966, un derrumbamiento de tierra sepultó el colegio de la pequeña aldea de Abergan (Gales) que quedó sumergido bajo 500.000 toneladas de polvo de carbón.  El accidente se cobra la vida de 122 niños, entre ellos el de una pequeña llamada Eryl Mai Jones, de 10 años de edad.

 En una posterior investigación dirigida por el Dr. Juan Barker se recogió el testimonio de algunos testigos que habían afirmado que la niña había precedido la catástrofe y su propia muerte. Dos días antes del fatal derrumbamiento la niña se acerca a su madre y le dice que no tiene miedo a morir pues entonces se reunirá con Jesús, que ve todo negro en torno a ella y que pronto estará al lado de sus amigos Peter y June.

El día antes de la catástrofe Eryl Mai le cuenta de nuevo a su madre que había tenido un sueño en el que veía como la escuela había desaparecido ya que “algo negro se la había tragado”.

Hoy en día la pequeña se encuentra enterrada en el cementerio local, flanqueada, efectivamente, por las tumbas de sus amigos Peter y June.

Tragedia de la localidad de Abergan (Gales). Imagen cortesía de i.dailymail.co.uk

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¿Una mujer al frente de la Iglesia Católica? La Leyenda de la Papisa Juana

Ya que el tema del Papado (por razones obvias) es la moda del momento y que yo mismo he abordado en un par de artículos anteriores haciendo publicas mis sospechas sobre que ocurrió en realidad con Benedicto XVI y la figura del nuevo Sumo Pontífice (con la que no pretendía molestar a nadie, solo expresar mi personal punto de vista empujado por las fuentes consultadas que me llevaron a concluir que todo había sido un premeditado golpe de estado dentro de los muros vaticanos movido por el interés en mantener el statu quo dentro de la banca vaticana) hoy he decidió escribir este articulo sobre una figura que se mueve en medio de la historia y la leyenda. Se trata de la conocida como Papisa Juana, una figura que, según la tradición, capitaneó los designios de la Iglesia Católica en el siglo IX.

 

Según la leyenda, mas o menos a partir del año 1000, la Iglesia habría llevado a cabo (durante 5 siglos) una oscura ceremonia dentro de los muros del palacio de Letrán. Todos aquellos que iban a ser nombrados como nuevo Papa, eran obligados a tomar asiento en una especie de trono perforado por el que un diacono tenía como oficio (o como hobby,  quién sabe) verificar palpando, la presencia de los atributos masculinos del candidato. La Iglesia ha negado la existencia de esta ceremonia, pero testimonios como los de Adam de Usk o Jacobo de Angelo confirman la existencia de tal ritual, así como también lo confirma un raro ejemplar de este polémico trono que se guarda en el museo de Louvre de París.

 

 

¿Reminiscencia de un antiguo ceremonial para confirmar la masculinidad del Sumo Pontífice? Imagen cortesía de ferelcoyote.files.wordpress.com

 

¿Tal vez la Iglesia instauró este ceremonial debido a que una mujer habría sorteado las restricciones de genero que la propia institución se había autoimpuesto? Para comprender mejor los detalles necesitamos conocer quien fue esta enigmática figura femenina que, supuestamente, un día se sentó en el mismísimo trono de Pedro en Roma.

 

Juana‘ nació en el año 822 en Ingelheim, cerca de Maguncia (Alemania). Se caracterizaba por ser una joven muy inteligente y ávida de conocimientos, que se decide a viajar a Atenas con el interés en instruirse y aumentar sus sapiencias. Juana tuvo la poca fortuna de vivir en una época en la que la cultura era patrimonio exclusivo de la Iglesia y del genero masculino por lo que, para realizar sus estudios, se hace pasar por un joven copista tomando el nombre de «Juan el Inglés«.

 Este subterfugio le permite visitar y viajar por las mas importantes abadías, entre ellas la famosa Saint-Germain-des-Prés (Francia). Cuando vuelve a Roma en torno al 850, “Juan el Inglés” es por aquel entonces considerado como un joven erudito, piadoso y, sobre todo, tocado por la gracia de la belleza.

 La Curia lo nombra Cardenal y el Papa de por entonces, León IV, le da poderes para negociar en los asuntos internacionales de la Santa Sede. Cuando León IV fallece en el 855, inmediatamente se piensa en “Juan” como su sucesor. Nadie conoce, por supuesto, su verdadera identidad y Juana accede al trono pontificio con el nombre de Juan VIII “el Angelical”, (aunque algunos le atribuyen el sobrenombre de Benedicto III).

 Juan VIII desempeña su  cargo con gran destreza y dedicación hasta abril de 858. Durante una fiesta de Rogativas, se desploma repentinamente en plena calle y, ante la atónita vista del gentío presente, da a luz un niño (supuestamente fruto de sus escarceos carnales con el embajador Lamberto de Sajonia) y muere en las horas siguientes al parto; fruto de una lapidación a la que la sometió una muchedumbre iracunda o como consecuencia del alumbramiento. El escándalo entre los fieles a la Iglesia es mayúsculo y la Papisa es enterrada a escondidas en un lugar secreto no consagrado. Se dice que este lugar pudiera estar ubicado en una estrecha callejuela entre El Coliseo y la Iglesia de San Clemente.

Miniatura realizada para el «Decamerón» de Boccacio (Siglo XV) donde se muestra a la Papisa dando a luz en plena procesión. Imagen cortesía de sobreleyendas.com

El dominico Martin de Troppau es quien nos relata la historia de la Papisa en un libro del siglo XIII titulado “Chronicon pontificum et imperatorum” (Crónica de Papas y emperadores). Algunos años antes es otro dominico, Esteban de Borbón, quien da testimonio del Papado de una mujer, aunque este lo sitúa en torno al 1100. Y no los solo estos dos sacerdotes dominicos atestiguan de este acontecimiento, otras fuentes anónimas anteriores proclaman la existencia de Juana y su pontificado. El propio Papa León IX remitiría una carta fechada a mediados del siglo XI al Patriarca de Constantinopla en la que se nombra a “una mujer que ocupó del trono de los pontífices de Roma”.

 A principios del siglo XV la existencia de la Papisa es ampliamente aceptada por la Iglesia dando fe de la historia de la misma, por lo que se intuye que no fue un bulo creado para desprestigiar a la Santa Sede por parte de alguno de sus detractores. Bien por el contrario, no sería hasta el año 1562 cuando Onofrio Panvinio, un monje agustino, puso en tela de juicio la existencia del personaje de Juana en su obra “Vitae Pontificum” (Vida de los Papas) a quien mas tarde se le uniría también el protestante David Blondel en 1647.

 Sus argumentos se basaban en la inviabilidad de la historia de la Papisa pues no podían concebir que una mujer lograse disimular su sexo durante largos años solo por el hecho de haber adoptado un nombre falso y vestirse con ropajes masculinos. Esto chocaría con la propia historia de la Iglesia Católica (que había admitido la existencia de Juana) así como los casos de las beatas Hildergarda, Eufrasia y Eugenia que parecen haber convivido con monjes hasta el momento de su muerte disfrazándose con atuendos masculinos.

 Por otro lado, parece poco plausible que pueda haber existido un papado entre el de León IV y Benedicto III. León IV murió el 17 de julio de 855 y Benedicto III fue coronado tan pronto como aquel falleció. Aunque esto abriría la puerta a pensar que, tal vez, la figura de la Papisa correspondiese con la figura de Benedicto III, ya que su existencia no se menciona en el más antiguo ejemplar del “Liber pontificalis”. Benedicto III era un personaje de gran belleza física y, según los cronistas, con una profunda aversión por aparecer en publico. A parte de estos escuetos adjetivos, poco se sabe de la figura de este Papa, salvo que murió súbitamente el 17 de abril de 858 victima de un antipapa (Anastasio) y que en realidad fue enterrado fuera de la Basílica de San Pedro según su propia voluntad pues “no era digno de estar junto a los santos”. Todos los hechos de la vida de Benedicto podrían encajar a la perfección con los detalles de la existencia de Juana, aunque algunas fuentes presentan a Benedicto III como un hombre mayor, con una poblaba barba y que, supuestamente, sus restos sí reposan entre los demás pontífices en la Iglesia de San Pedro de Roma.

¿Acaso la Iglesia habría rebautizado a Juan VIII como Benedicto III y habría creado esta falsa personalidad para ocultar el verdadero sexo de este pontífice?

 

De hecho, se dice que el origen de la leyenda sobre un Papa mujer viene por el verdadero Juan VIII, coronado como Papa en el 872. Parece que a este pontífice se le atribuyó el sobrenombre de “la Papisa” por su carácter débil frente a los sarracenos, así como por sus gestos amanerados que quizás guardaban una tendencia homosexual del mismo. ¿Acaso sería este el fruto que llevó a pensar a muchos cronistas posteriores que la figura del verdadero Juan VIII era en realidad el de una mujer? No podríamos lanzar una respuesta y, actualmente, la historia de la supuesta mujer al frente de la Iglesia Católica continua siendo, al menos de manera oficial, una simple leyenda…

¿Existio realmente la Papisa Juana? Imagen cortesía de ronaldodeynigo.blogspot.com

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Las Misteriosas «Huellas del Diablo» de Devonshire

En el año 1855 unas extrañas marcas en la nieve, que fueron identificadas como huellas, aparecieron a lo largo de más de 150 kilómetros en la región de Devonshire, situada al suroeste de Inglaterra.

Aquel año, las nevadas habían sido especialmente copiosas en la isla británica. La mañana del 8 de febrero, los habitantes de la región de Devonshire descubrieron con asombro una serie de marcas en la nieve que fueron descritas como “marcas de pezuñas” dejadas por alguien o algo a lo largo de decenas de millas. Las huellas presentaban características sumamente extrañas, sus dimensiones eran de diez centímetros de largo por siete de ancho, marcaban un “paso” de unos veinticinco centímetros de largo, todas se encontraban perfectamente alineadas (como producidas por alguna extraña criatura que caminase sobre una sola pata o “a la pata coja”) así como que la nieve no estaba apisonada al fondo de las mismas, sino que por el contrario su marca era perfectamente llana, como si la nieve se hubiese derretido al contacto. A este respecto, algunos testigos afirmaron que jamas habían visto “huellas tan claramente marcadas en un campo de nieve” y que, tras ellas, la nieve tenía la apariencia de “haber sido marcada como por un hierro al rojo”. Ademas, no parecían desviarse ante ningún obstáculo. Así, si las huellas se detenían cerca de una valla de varios metros de alto, estas no bordeaban la estructura, sino que retomaban su camino inmediatamente detrás sin tampoco haber dejado marcas de haber saltado o sorteado la barrera de alguna manera. Lo mismo sucedía cuando las huellas llegaban a algún establo o pajar… sin embargo se tornaban aun mas enigmáticas cuando llegaban a alguna casa, ya que entonces, estas aparecían sobre el tejado de la misma o atravesaban un conducto de drenaje de solo 15 centímetros de diámetro.

 

 

Dibujo publicado en febrero de 1855 de las huellas observadas en Devonshire… ¿Qué extraño animal con cascos pudo dejar huellas alineadas de esa manera?

 

 

Los habitantes de la zona no daban crédito ante el hallazgo y no eran capaces de imaginar que animal habría podido dejar unas marcas similares a aquellas y como podía atravesar los diferentes obstáculos que se encontraba por el camino. Pronto, la palabra “diablo” comenzó a resonar en las mentes de  los lugareños que, aterrorizados, evitaban salir por las noches. Así mismo, se crearon cuadrillas de hombres provistos de armas y perros de caza con la intención de “batir” aquel desconocido animal. Nunca fueron capaces de atraparlo, aunque algunos miembros de la patrulla habían afirmado que, al llegar a uno de los bosques cercanos, los perros habían comenzado a mostrarse inquietos y aullar, lo que había provocado una sensación de turbación entre los hombres que no se atrevieron a aventurarse en lo mas frondoso del mismo.

 

Una semana después del misterioso hallazgo, el 16 de febrero, el diario británico London Times se hacia eco de la noticia;  pero quien más cobertura dio al extraño suceso fue el diario “Illustrated London News” que recogía la siguiente narración el 25 de febrero de 1855:

 

“… en toda la comarca, las huellas eran exactamente del mismo tamaño y el paso del mismo largo. Este visitante misterioso no pasó, en general, más que una vez por cada jardín o cada patio, así como por casi todas las casas de los barrios urbanos y en las granjas vecinas. […] Atravesaban los muros como si no constituyesen el menor obstáculo. Los jardines rodeados de altas empalizadas o muros, y cuyas puertas estaban cerradas, fueron tan cruzadas como aquellos que estaban sin protección. […] Dos habitantes de la comuna siguieron una linea de huellas durante tres horas y media pasando bajo hileras de arboles frutales en espalderas, perdiendo luego la pista de las huellas y reencontrandolas sobre el techo de las casas a las que su búsqueda les había llevado…

 

Pronto las gentes londinenses tildaron a los habitantes de la provincia como poco versados y tendentes a la superstición y a los terrores infundados solo existentes en las humildes e iletradas mentes de los habitantes de los pueblos. Quien sí se interesó por el fascinante y extraño caso de las huellas fue un naturalista de Devonshire quien afirmó que tales marcas no podían corresponder mas que a alguna criatura única y no conocida, pero… ¿Qué animal de un tamaño posiblemente modesto podría haber recorrido una distancia de mas de 150 kilómetros en una sola noche en medio de una tormenta de nieve?

 

El famoso paleontólogo inglés Richard Owen afirmó que “ningún animal conocido deja un rastro de pasos rectilíneo, ni siquiera el hombre” y, al examinar los dibujos de las huellas, concluye de manera sorprendente que se debían al rastro de un grupo de tejones; hipótesis del todo descabellada pues las huellas no podían corresponder a un grupo de animales a menos que todos se hallan movido a la vez y pisando exactamente en el mismo lugar del compañero que le antecedía;  además las huellas en ningún caso obedecían a la típica tipología de un animal con “garras”, si no que por el contrario eran similares a las de un animal con pezuñas. Otras hipótesis que fueron cayéndose una tras otra defendían ideas tan variadas como la obra de un bromista (¡), huellas de grandes pájaros empujados a las costas por el mal tiempo (probablemente una avutarda), sapos, una rata, una liebre coja e, incluso, no falto quien se atrevió a aventurar que había sido el rastro dejado por un canguro escapado de algún zoológico. La idea del marsupial respondió a la necesidad de buscar un animal que pudiese saltar algunos obstáculos para así apartar de las gentes la idea de que el diablo se había paseado por la región. La hipótesis nació de las palabras del párroco local, el reverendo Musgrave, en el sermón dominical ante sus asustados feligreses; de hecho, posteriormente, Musgrave declaró: “… no tengo confianza alguna en tal explicación […] pero la idea se opone a la impresión peligrosa, desagradable y falsa de que podía tratarse del diablo. Mi palabra fue en el momento oportuno y fue sin duda saludable

 

Y es que la mayoría de lo habitantes de Devonshire continuaban creyendo que las huellas habían sido dejadas por el mismísimo diablo, aunque los mas escépticos aceptaban la idea de que el animal misterioso podría haber sido un burro por el tipo de huellas ya que estas parecían presentar características muy similares a las de un animal dotado de cascos en sus extremidades. Sin embargo, nadie fue capaz de explicar como un burro pudo haber trepado a los tejados de las casas, cruzar conductos de escasos centímetros de diámetro o atravesar el tercer piso de una casa…

 

Los meses pasaron, aquel extraño invierno de 1855 y su misterioso visitante se fueron y nunca más volvió a manifestarse. Los periódicos fueron poco a poco olvidando la noticia y el misterio aun perdura entre los investigadores que trataron de arrojar alguna clase de luz sobre tan enigmático rastro. Jamas se encontró el animal (conocido o por conocer) que hubiese sido capaz de dejar un rastro como aquel, las suposiciones que apuntaban a alguna suerte de fenómeno meteorológico tampoco resultaron para nada concluyentes.

 

Y estas no fueron las únicas marcas enigmáticas que aparecieron en algunos lugares del mundo. El Times del 14 de marzo de 1840 ya había dado testimonio de unas extrañas huellas que también se extendían a lo largo de varios kilómetros en Glenorchy (Escocia). También se encontraron “pisadas” similares en Nueva Zelanda (1886), en Nueva Jersey (1908), Bélgica (1945), nuevamente en Devonshire (1950), en Escocia (1952) y, más recientemente, en las laderas del monte Etna (Sicilia) en 1970. El Illustred London News también recogió, con posterioridad, el testimonio de un medico polaco de Heidelberg que afirmaba que en la frontera de Galitzia, en la Rusia polaca, se encuentran, todos los años, unas huellas completamente idénticas a las de Devonshire en la nieve. Según el testimonio de este anónimo corresponsal, “los habitantes las atribuyen a influencias sobrenaturales”.

 

¿Qué extraña criatura pudo haber dejado sobre la nieve semejante rastro? Más de un siglo y medio después, aquel misterioso visitante que recorrió las praderas de Devonshire durante la noche del 8 de febrero de 1855 permanece en el mas absoluto de los misterios…

 

 

¿Fue una extraña criatura demoníaca, como la que aparece en la imagen, la que se paseó por la región de Devonshire en 1855? Imagen cortesía de elcaminoacasa.com

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Abeyas, abiejas, abejas…

 

 

Antes que alguno diga la habitual parida, decir que el título de la entrada obedece a diferentes nomenclaturas que a tal insecto se le ha dado en la heráldica española. Dicho esto, hoy quiero hablarles de un tema sumamente interesante: La desaparición de las abejas.

La desaparición masiva de cientos de millones de abejas en todo el mundo preocupa a los científicos desde hace años. La alarma saltó en el año 2006, cuando se afirmó que las abejas estaban desapareciéndo. Aunque este problema ya venía de lejos y pueden rastrearse casos hasta los años noventa del siglo pasado. Desde entonces el número de estos insectos ha disminuido de forma desmesurada, el denominado problema del «colapso de las colonias» (CCD, por sus siglas en inglés), cuyo origen todavía no ha sido resuelto.

Muchas teoría se han lanzado al respecto pero parece ser que es la exposición a una combinación de pesticidas de uso común en la agricultura los que están detrás de tan singular evento.

Según dos nuevos estudios publicados en la revista Nature Communications, este cóctel de sustancias interfieren en los circuitos de aprendizaje en el cerebro de los insectos, de forma que los vuelven más lentos a la hora de asimilar nuevos conocimientos o se olvidan por completo de asociaciones importantes para su supervivencia, como la relación entre el aroma floral y la comida. Dicho de otro modo: Las abejas, literalmente, se vuelven tontas.

Ha sido el equipo de Christopher Connolly, de la Universidad de Dundee (Inglaterra), quien ha investigado el impacto de dos insecticidas (los llamados neonicotinoides y coumaphos, utilizados en las colmenas para matar el ácaro Varroa)  sobre los cerebros de las abejas.

Para ello, las abejas con cerebros sanos fueron expuestas a estos pesticidas en el laboratorio en los niveles que existen en el medio natural, registrándose después su actividad cerebral. Los investigadores recogieron que ambos tipos de pesticidas actuaban en la misma zona del cerebro, la implicada en el aprendizaje de la abeja, causando una pérdida de la función. Si ambos plaguicidas eran empleados en combinación, el efecto era aún mayor.

abeja

Este estudio es el primero en demostrar que estos pesticidas tienen un impacto directo sobre la fisiología del cerebro de las polinizadoras. A tal punto, se ha de recordar que un amplio número de plantas dependen directamente de las abejas, para su reproducción.

Geraldine Wright y Sally Williamson, de la Universidad de Newcastle, mostraron en otro estudio, que la combinación de estos mismos pesticidas afecta al aprendizaje y la memoria en las abejas. Estableciendo que cuando las abejas son, o han sido, expuestas a combinaciones de los pesticidas durante al menos cuatro días, cerca de un 30% no son capaces de aprender o realizan de una forma deficiente las pruebas de memoria. En este experimento los niveles de plaguicidas eran, también, los mismo que se encuentran en la naturaleza.

Segun Wright: «Las polinizadoras realizan conductas complejas mientras se alimentan que les obligan a aprender y recordar los rasgos florales asociados a los alimentos. La interrupción en esta importante función tiene implicaciones profundas para la supervivencia de la colonia de abejas, porque las abejas que no pueden aprender no serán capaces de encontrar comida.»

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La Increíble isla de Pascua

A 27º 7’ 10’’ latitud sur y 109º 21’ 17’’ longitud oeste, se encuentra la isla de Pascua, una joya dentro de los misterios arqueológicos que salpican diferentes rincones del planeta.

 

El día de Pascua de 1722, el marinero holandés Roggeveen desembarca en esta pequeña isla volcánica de la Polinesia. Allí hace un hallazgo que le dejara impresionado; el descubrimiento de cientos de esculturas (algunas de ellas de más de veinte metros de alto) que representan siluetas humanas completas, aunque sus cabezas son tan desproporcionadas con respecto a sus cuerpos que, durante mucho tiempo, se conocerían con el nombre de “cabezas” o “bustos”.

 El nombre exacto que estas colosales representaciones reciben en el idioma nativo es “moai” (literalmente “escultura”), se estima que su número ronda las 600 efigies, todas ellas talladas en tuba, roca del volcán Rano Raraku y su datación oficial oscilaría en torno a los 700 años de antigüedad.

  Estos moais están catalogados en dos tipos según su características: los que se están recubiertos de símbolos y se encuentran en la ladera del volcán Rano Raraku y los que se encuentran situados en muros paralelos a la costa, de espaldas a la playa, y coronados con sombreros cilíndricos llamados “pukaos” y que fueron tumbados en el siglo XVIII después de fuertes enfrentamientos entre nativos que terminaron en una cruenta guerra tribal. En un primer momento se estimó que sus órbitas oculares se habían dejado vacías a propósito, hasta que el 1978 el arqueólogo pascuense Sergio Rapu halló inmensos ojos de color blanco esculpidos con coral y toba roja y que posteriormente se le añadieron a algunos de los moais para que recuperasen su aspecto original.

Probable aspecto que tendrían los moais originales con sus «sombreros» y «ojos». Imagen cortesía de videojuego.wikia.com

 

En 1950, el marino noruego Thor Heyerdhal estimó que los primeros pobladores de la isla serían gentes provenientes del Perú y que, posteriormente, la isla sería colonizada por sucesivas tribus llegadas de la Polinesia. De hecho, en 1947, se llevó a cabo la expedición de la Kon-Tiki, una balsa que realizó una travesía entre Perú y la Polinesia con la intención de demostrar el origen amerindio de las poblaciones polinesias. A pesar de ello, hoy en día se considera que las ancestrales comunidades isleñas no tienen ningín vínculo con antiguos colonos llegados del continente americano.

 En cualquier caso, según la tradición pascuense, el primer habitante de la isla fue un personaje conocido con el nombre de Hotu Matua, quien habría arribado a la isla desde alguna parte de la Polinesia acompañado de su esposa. Unos treinta reyezuelos habrían sucedido a Hotu Matua hasta 1862. Un segundo rey (o jefe militar) era elegido todos los años. La tradición estipulaba que todos aquellos guerreros que deseasen detentar dicho rango debían encontrar, antes que sus rivales, el primer huevo que las golondrinas ponen sobre el vecino islote de Moto Nui. La competición se realizaba cada primavera, después de una ceremonia consagrada a una especie de divinidad conocida como el Hombre-Pájaro.

 En aquel año, 1862, los negreros peruanos diezmaron casi en su totalidad la población nativa de la isla de Pascua que, hasta la fecha, estaba constituida por una comunidad eminentemente pescadora y agricultora, muy jerarquizada y combativa. Hoy en día, la población de Pascua se reduce a unos 5.000 habitantes que ya casi nada tienen que ver con los antiguos pobladores de la isla.

 

 Muchos investigadores, arqueólogos e historiadores se han aventurado a buscar alguna clase de significado sobre aquellos magníficos monumentos que la isla esconde. Puede que las tablillas de madera que los nativos nos han legado contengan alguna clase de explicaciones sobre el que sigue siendo un misterio. Estas tablillas, llamadas “rongo-rongo” están talladas con signos que se presentan indescifrables. Desde 1950, multitud de investigadores han dedicado parte de su vida a intentar, en vano, descifrar aquella amalgama de signos con figuras de animales, plantas, antropomorfas…

 

 

Fragmento de tablilla Rongo-Rongo encontrada en la isla de Pascua. Imagen cortesía de lonelyplanetimages.com

 

 

Uno de los investigadores que trató de arrojar algo de luz sobre las construcciones fue Thor Heyerdabl, que en 1955 consiguió izar una escultura de veintitrés toneladas en dieciocho días y con la ayuda de solo doce pascuenses. Para lograrlo se aprovisionaron de tablones que usaron a modo de palanca; una vez izada una parte de costado se colocaban piedras debajo de ella. Después iban levantando poco a poco dicho costado, colocando más piedras debajo hasta así lograr ponerla totalmente vertical para terminar enderezandola con cuerdas. Pero, lo que Hayerdabl no pudo explicar fue como fueron puestos los sombreros de las estatuas, algunos de varias toneladas de peso.

 

El como fueron transportadas las esculturas desde su lugar de construcción hasta donde hoy reposan también fue motivo de numerosos interrogantes. En 1955 se intentó un experimento recostando algunos de los colosos sobre un lecho de madera a modo de trineos tirados por cuerdas. El experimento resultó mas o menos satisfactorio aunque no llegó a ser concluyente, pues muchas de las piezas comenzaron a deteriorarse gravemente en el transporte. A la vez, surgió otra pregunta.. ¿ Tendrían los nativos pascuenses capacidad para construir gigantescos trineos de madera? Y es que la isla de Pascua (de origen volcánico) cuenta con una vegetación muy pobre en la que escasean los árboles. El botánico inglés John Fenley afirma que, en el pasado, la isla estaría cubierta por densos bosques. El hallazgo, en 1983, de de algunas nueces de jubea (frutos de un árbol conocido como “palmera de Chile”) parecen abalar dicha hipótesis, lo que proporcionaría a los nativos unos amplios recursos madereros para construir tanto tablones de madera como grandes trineos.

 

Otro de los grandes enigmas es la función de los propios moais. Existe una axioma fuertemente arraigado entre historiadores y arqueólogos que sostiene que ante cualquier artilugio, monumento, abalorio, pintura u objeto que carezca de alguna función específica sea catalogado como “objeto de culto”, “ mágico”, “ religioso”, “ritual” o “chamánico”. De esta manera, la comunidad científica se escapa de engorrosos interrogantes a la hora de dar sentido a algunos extraños artilugios que carezcan de cualquier clase de funcionalidad concreta. Siguiendo dicho axioma se estimó que las esculturas de Pascua responderían a alguna clase de ancestral culto a los muertos o a los ídolos. Hay autores que también afirman que probablemente su propósito era el de “cuidar de la isla”, pero el hecho de que las esculturas estén giradas hacia la tierra, y no hacia mar, vuelven a esta hipótesis poco concluyente.

 

Pero lo mas misterioso e interesante del tema se descubriría recientemente, aunque algunas fuentes aseguran que ya en 1915 se tenia conocimiento de este hecho. Me refiero al enigma que nos presentan alguno de estos moais, en concreto, aquellos cuyo cuerpo se encuentra enterrado bajo tierra, algunos a una profundidad de hasta 8 metros. Si estas estimaciones son ciertas, no nos quedara mas que afirmar que dichas construcciones se remontarían a un tiempo antiquísimo (unos 15.000 años de antigüedad), en una época coincidente con la era postglacial caracterizada por el numero de tsunamis y el aumento del nivel del mar. Esta época, que coincidiría con el Paleolítico Superior, conllevaría una total ruptura con lo expuesto anteriormente ya que, muy probablemente, la isla de Pascua incluso podría carecer que cualquier tipo de presencia humana en aquel tiempo a la vez que se presenta imposible que la construcción de tales monumentos pudieran llevarse a cabo con la tecnología de la época, cuando las mayores representaciones artísticas se limitaban a algunas pinturas en cuevas.

 

 

Profundidad que alcanzan algunos moais cuyos cuerpos permanecen enterrados bajo varios metros de tierra. Imagen cortesía de starviewer.files.wordpress.com

 

 

Elena Blatvasky fundadora de la sociedad teosófica en 1875, siguiendo los postulados de Philippe Sclater (quien acuñó el termino de Lemuria en 1850) sostiene que los moai fueron construidos por antiguos habitantes de Lemuria, un mundo altamente civilizado que sería el equivalente, en el océano Indico, a la Atlántida.

El coronel Curchward, por su parte, cree que lo antiguos habitantes de isla y los colosales esculturas son una reminiscencia material de la avanzada civilización de “Mu”, que se habría extendido desde el norte de Hawai hasta el sur del continente.

Para otros, la isla de Pascua no habría pertenecido a Mu ni a Lemuria, sino que sería alguna clase de enclave colonizador atalante hacia el Pacifico e Indico.

 Para alguno, los moai son las representaciones de antiguos visitantes del cosmos que habrían entrado en contacto con las antiguas civilizaciones amerindias. Y es que los pocos pascuenses mestizos que perviven a día de hoy sostienen que dichas esculturas son la representación de ancestros poderosos y poseedores del maná (un particular poder mental). ¿Tal vez estos misteriosos visitantes espaciales ayudaron a los pascuenses a construir y levantar tales colosos de piedra en la isla?

 

A día de hoy la isla de Pascua sigue siendo uno de los rincones de la Tierra en la que antiguos alardes de construcción siguen resultandonos inexplicables si nos basamos en la tecnología de la época y ciñendonos a los postulados que defiende la ciencia histórica.  Actualmente, se encuentran unas 400 estatuas en la cantera excavada a la falda del Rano Raraku sin terminar, sin que se conozca la razón de abandonar tan colosal obra. Mientras, 600 increíbles esculturas vigilan hoy la isla de Pascua sin que sepamos quién las construyo, cuando, como y con qué propósito…

Moais. Imagen cortesía de viajesamiritmo.com

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La Casualidad No Existe

Lo que comúnmente llamamos casualidad o serendipia, no es producto del llamado azar, obedece a unos factores que pese a resultarnos velados, son operativos.

En el siguiente vídeo hablamos sobre dicha cuestión, ponemos algunos curiosos ejemplos y explicamos las conclusiones obtenidas por algunos científicos así como las nuestras propias.