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Venenos. Segunda parte: Compuestos Orgánicos Volátiles.

Volátil

Lo prometido es deuda. Por ello es que hoy les presento la segunda parte de la saga «Venenos». Que ya les digo que será menos «truculenta» (a petición popular) que la anterior, aunque igualmente interesante.

Hoy día, existen situaciones o dependencias donde pueden darse exposiciones intensas a cierto tipo de sustancias contaminantes, pero también, más frecuentemente, situaciones de exposiciones a tóxicos en baja concentración que a largo plazo  pueden acabar erosionando la salud de una forma menos perceptible, pero más contundente. Y es que las recomendaciones diarias o exposiciones recomendadas quedan en agua de borraja debido a este hecho.

Vivimos en el tiempo de: «Por un poco no pasa nada», pero es la suma de esos pocos la que realmente está causando estragos. Por ponerles un ejemplo, los móviles vienen marcados con las radiaciones que emiten y cómo éstas están dentro de los márgenes de tolerancia Watio/Kilo. Ahora cojan cincuenta o sesenta móviles, réstenle uno (yo no uso), y métanlos todos en un autobús interurbano, tren o metro (con conexión wi-fi, que somos muy modernos) y sumen todos los Watios/Kilo emitidos al unísono. El margen no sólo se agranda sino que sobrepasa los límites establecidos (de los que hay que decir que en España son mucho más grandes que en casi cualquier país y no porque seamos de una pasta «especial»).

Otro ejemplo sería el tan aclamado flúor. Un dentífrico no contiene unas dosis excesivas de flúor, el agua lo contiene dentro de unos márgenes de salubridad, los chicles y caramélos también hacen lo propio con este elemento, algunas sales de mesa y otros tantos elementos. Ahora, sume las dosis de todos los elementos que lo contengan y de los que haga uso y verá como cambia el cuento.

De móviles y «flúores», les hablaré en otra ocasión. Hoy les hablaré del aire que respiramos ya que, desde mi óptica particular, considero que el aire es un factor determinante a la hora exponernos a ciertos tipos de tóxicos.

A muchas personas les preocupan problemas tales como la contaminación atmosférica urbana, que traducen – de una manera tan televisiva como sintética – en el humo de los coches (malo), el humo de las fábricas (malo, malo) y el de los cigarrillos de los fumadores (malo, malo, más que malo). Sin embargo, es más que probable que la contaminación del aire que más esté castigando nuestra salud no sean precisamente ésas, sino la que respiramos dentro de los edificios.

Los occidentales pasamos la gran mayoría de nuestro tiempo, dentro de espacios cerrados de toda índole y condición, como puedan ser: nuestros hogares, centros de estudio, de trabajo, comerciales o de ocio1. La contaminación que hay dentro de uno de estos lares es, de hecho,  varias veces superior a la que hay de media en una calle sumamente poluta.

Es un hecho, conocido por la comunidad científica2, que buena parte de nuestra exposición a contaminantes, se da en nuestros propios hogares. Y ello es algo que ha de movernos a reflexionar y, sobre todo, a actuar ya que en nuestras moradas pueden acumularse una ingente cantidad de agentes químicos nocivos procedentes de diversas fuentes, entre las que podemos destacar los compuestos orgánicos volátiles.

Los compuestos orgánicos volátiles (COVs, en adelante) son destacados contaminantes del aire. Normalmente se trata de hidrocarburos que a temperatura ambiente normal tienden a ser gaseosos y, por lo tanto, que pueden ser respirados. Por ejemplo ambientadores.

En las ciudades, verbigracia, se generan ingentes cantidades de COVs por la combustión de gasolina, y generan un considerable problema ambiental y sanitario, ya que no sólo son contaminantes dañinos por sí mismos, sino que al mezclarse con los óxidos de nitrógeno generan ozono, que por su parte es muy problemático también (sobre todo por la acción de los terpenos, que al combinarse con el ozono de los espacios cerrados producen formaldehido). Esta importancia de los COVs (por ejemplo el CO2) como contaminantes atmosféricos a gran escala ha atraído más atención legislativa que la que tiene que ver con la exposición más directa a ellos de las personas en edificios, por ejemplo. De hecho existe una serie de científicos que argumentan que las leyes sobre las emisiones de CO2, en realidad no obedecen al asunto del calentamiento global3 (aunque bien pudieran agravarlo), sino a que la combustión de ciertos elementos generadores de COVs nos está matando (cosa que evidentemente no aparecerá en la oracular pantalla de un televisor).

En los espacios cerrados pueden acumularse mucho más contaminantes volátiles al ser liberados desde disolventes, pinturas, pegamentos, plásticos, ambientadores y productos de limpieza (no sólo el humo de un cigarrillo, sino también el incienso que tanto le gusta y le relaja, porque usted es muy espiritual ¿verdad?). Según la Agencia de Protección del Medio Ambiente (EPA) de los EE.UU. la concentración de estos compuestos suele ser varias veces más alta (más del doble en promedio según diversas fuentes), en espacios cerrados (como puedan ser los domicilios particulares) que en el exterior. En algunos casos – agárrese la peluca –  hasta 10 veces más alta que en el exterior en una planta petroquímica. Casi nada.

Son cientos de sustancias contaminantes diferentes. Entre los compuestos orgánicos volátiles tenemos sustancias como el formaldehido o el clorobenceno, y disolventes como benceno, tolueno, xileno, acetona, y percloroetileno (o tetracloroetileno).

Estas esencias pueden ser encontradas, en disolventes de pinturas y lacas, en las colas de los aglomerados de madera (que nunca fueron tan ecológicos como usted creía ya no sólo por la melanina4), y en determinados materiales de construcción, antipolillas, ambientadores, fragancias, fijadores para el cabello, aerosoles, pesticidas domésticos, cosméticos, pegamentos, limpia grasas, alfombras, impresoras (el tóner es carcinógeno) o materiales de dibujo y artesanía.

Algunas situaciones que pueden dar lugar a una prolongada exposición a compuestos orgánicos volátiles son: estar en una casa nueva con mucha madera conglomerada (o haber amueblado con mucha madera nueva de ésa clase, por ejemplo la de los muebles desmontables), haber usado determinados limpiadores químicos, haber hecho una reforma en casa, haber usado disolventes, pinturas o pesticidas, etc.

Los síntomas más inmediatos, por ejemplo ante exposiciones intensas, son irritación de la conjuntiva, molestias en nariz y garganta, cefalea, reacción alérgica de la piel, disnea (dificultad para poder respirar), náuseas, fatiga, mareos…

El vapor de formaldehido  llega a provocar  sangrado nasal si la exposición, además de prolongada, es fuerte.

Otras manifestaciones causadas por los COVs son trastornos de memoria, pérdida de coordinación, problemas visuales e hipersensibilidad entre otras.

Los efectos sobre la salud que pueden generar son muy variados dependiendo de cada compuesto volátil en particular. Muy frecuentemente, pueden acabar generando daños al sistema nervioso, al hígado o los riñones, que actúan como órganos diana.

Entre los compuestos volátiles se cuentan sustancias muy tóxicas. Por ejemplo, que pueden causar cáncer. Como el benceno, el óxido de estireno, el percloroetileno o el tricloroetileno. Otras, además de eso, pueden causar alteraciones hormonales, como sucede con el estireno o el formaldehido.

Muestra del carácter hostil de estos compuestos son los estragos que hacen en los embriones en los laboratorios de fecundación «in vitro», en los que hay que adoptar medidas extremas para filtrarlos y eliminarlos del aire (mediante cosas tales como filtros especiales con carbón activo y otros sistemas que deben ser continuamente vigilados).

La contaminación por COVs en los hogares es algo sobre lo que apenas se hace seguimiento alguno, a pesar de que se sabe que puede tener efectos sanitarios importantes. Y las normas existentes son muy limitadas a la hora de prevenir el problema debidamente. Es cierto que se ha hecho cierto esfuerzo, por ejemplo, para reducir la liberación de COVs debidas a los disolventes, pero queda demasiado por hacer en ése aspecto y en otros.

Otro factor, igualmente preocupante, es el polvo  que inhalamos de continuo en casa, pudiendo hacer que una amplia serie de contaminantes pasen a nuestra sangre a través de la respiración. Cada día respiramos entre 15.000 y 20.000 litros de aire. Por otro lado, pasamos cerca de un 70% de nuestro tiempo en espacios cerrados (16.8 horas de media con una tolerancia aproximada del ± 10%, para una ciudad media como Madrid5).

En el año 2009, varias instituciones científicas de EE.UU., con apoyo de la Agencia de Protección Ambiental, publicaron un informe  muy elocuente. Se tomaron muestras en el aire  de diferentes dependencias de numerosas casas, reconociendo más de 400 sustancias compuestos químicos. Había, por ejemplo, residuos de DDT en la mayoría de las casas,  y de PCBs en más de la mitad de ellas , pese a ser sustancias prohibidas hace muchas décadas. También altos niveles de pesticidas como el diazinon o el  clorpirifos. Y por supuesto,  ftalatos  de las fragancias. También quedaron 120 sustancias sin identificar (muchas de ellas con estructuras semejantes a las de las fragancias sintéticas).

En 2003 la Universidad de Exeter  analizó para Greenpeace el polvo de gran cantidad de casas de países europeos , como España. La muestra podía ser indicativa de lo que puede respirarse en cualquier hogar convencional. Detectándose alquilfenoles, ftalatos, el insecticida permetrina, retardantes de llama, compuestos organoestánnicos, parafinas cloradas (velitas de hippy), etc.

Sustancias, todas, que se asocian  (siempre por estudios científicos) a diferentes problemas de salud , a veces a niveles bajos de concentración, a problemas como cáncer, daños al sistema nervioso, alteraciones hormonales y perturbaciones inmunológicas.

Otros estudios se han centrado en medir solo algunos contaminantes hormonales en las casas, como alquilfenoles o ftalatos, arrojando datos igualmente alarmantes.

Se ha estudiado, por ejemplo, la concentración de contaminantes -ftalatos, bisfenol A, alquilfenoles…- que situaciones como la descrita pueden estar originando en sectores de población muy sensibles como los niños. Y ello está causando gran inquietud.

Las sustancias químicas tóxicas que acaban integrando la composición del polvo doméstico proceden en buena medida de cosas que hay en nuestras casas: electrodomésticos y aparatos electrónicos, suelos de PVC, tejidos, muebles, alfombras y moquetas, productos de la limpieza, pinturas, juguetes, productos de aseo, perfumes, ambientadores o pesticidas domésticos.

Por otra parte tenemos que bastantes personas, por ejemplo, viven junto a instalaciones industriales desde las que pueden emitirse grandes cantidades de contaminantes químicos (refinerías, industrias del cloro, papeleras, metalúrgicas, incineradoras o plantas de tratamiento de residuos tóxicos). Y también hay que estar atentos a otras zonas donde se utilizan profusamente productos químicos tales como los pesticidas en algunas áreas agrícolas. Vivir cerca del campo (o en dentro de él) se ha convertido en lo contrario a lo que debería.

Pero no hace falta que ésas fuentes de emisión o vertido de contaminantes estén a nuestra vista para que puedan alcanzarnos, no.  Debido a su volatilidad  muchos de ellos de ser transportados hasta nuestra casa por el aire, cuando no por el agua. Ya que el pesticida del campo lejano se filtra al acuífero del que nos proveemos de agua.

Además de la contaminación industrial, está también la generada por los grandes núcleos urbanos. Muchos cientos de millones de personas, según la OMS, viven en ciudades con un aire que no se considera saludable. Y se sabe que la polución atmosférica urbana viene de la mano con un mayor riesgo de afecciones tales como asma, alergias o problemas cardiovasculares. Si ha decidido tirar sus velitas, su incienso y sus ambientadores, no tiene ningún tipo de garantía. Al abrir una ventana entrará por ella lo de otro y malo será que entre lo de su «bencino»6. Que a lo peor le entran en casa Bayer y Nemacur.

Continuará…

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1.- Paradójicamente no se puede fumar porque es malo y mata, pero sí que se pueden emplear químicos altamente tóxicos (cuando no explosivos) para crear efectos visuales en forma de luz, humo, sonido, etc…

2.- Por ejemplo en los siguientes estudios:

a) Opinion on risk assessment on indoor air quality. Scientific Committee on Health and Environmental Risks (SCHER). Approved by the SCHER at the 17th plenary of 29 May 2007 after public consultation.

b) Total health assessment of chemicals in indoor climate from various consumer products. Allan Astrup Jensen  FORCE Technology and Henrik N. Knudsen SBi-Danish Building Research Institute. Survey of Chemical Substances in Consumer Products, No. 75 2006. Environmental Protection Agency. Ministry of the Environment. Denmark.

c) What household chemicals and products can pollute indoor air?. The SCHER opinion states.

3.- De hecho, la temperatura media de los planetas del sistema solar a aumentado.

4.- Es el plástico que da apariencia de madera veteada a los tableros de aglomerado. Por su elevado contenido en nitrógeno han sido utilizados fraudulentamente para adulterar alimentos para mascotas y para humanos. De esta forma simulan tener un mayor contenido proteico del producto, aunque lo vuelven tóxico.

En 2007 se detectó esta adulteración en alimentos de mascotas exportados desde China a EE. UU.. Al año siguiente se detectó en China la misma alteración en productos lácteos para bebés. Se detectó esta adulteración en leche, helados, yogures y masa para pizzas.

5.- En ciertas poblaciones de EE.UU. el porcentaje sube a 90% con tolerancia del ±1%.

6.- Entiéndase como una alusión al benceno.

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Venenos. Primera parte: Disruptores endocrinos.

 

Efectivamente, el presente artículo es tan poco halagüeño como el título que lo encabeza, no obstante creo necesario volver a incidir sobre la suerte de venenos que nos rodean y como algunos de ellos nos afectan. En formato de saga, le presento el primero de ellos. Ruego, por favor, que la extensión del mismo no les impida documentarse.

Un disruptor endocrino, también llamados disruptores/interruptores hormonales (en inglés, endocrine disruptor o EDC, Endocrine Disrupting Chemicals), es una sustancia química, ajena al cuerpo humano o a la especie animal a la que afecta, alterando el equilibrio hormonal de los organismos de una especie,  generando la interrupción de uno o varios procesos fisiológicos controlados por hormonas, o de generar una respuesta de mayor o menor intensidad de lo normal.

Variados en número y estructura, pueden tener un origen natural o artificial.

Cuando de común se habla de disruptores endocrinos, se hace referencia a aquella sustancias contaminantes  que tienden a causar:

a) Infertilidad

b) Cambio de sexo1.

La principal vía de exposición humana a estas sustancias es la alimentación, especialmente por la contaminación procedente de materiales que están en contacto con alimentos, ya sea durante su procesamiento (químicos en su crecimiento o preparado) o en envases y recipientes alimentarios (tales como latas de conserva o biberones).

La relación entre respuesta y dosis no es lineal y pueden observarse diferentes modelos incluso en dosis bajas de unas pocas partes por billón. Los modelos más comunes son:

1.- Aumento acelerado: A una mayor dosis, una mayor respuesta, con variación monótona y agravamiento progresivo de los efectos.

2.- Efectos agravados para dosis muy bajas o altas.

3.- Efectos agravados para dosis intermedias.

Si tenemos en cuenta la latencia o retraso de los efectos respecto de la exposición, y los efectos acumulativos en el medio o en organismos, se deduce la dificultad de establecer un modelo único de acción y de establecer los valores límite.

Los disruptores endocrinos tienen características peculiares en su toxicidad. Dichas características son:

a) El momento de la exposición es decisivo para poder diagnosticar la gravedad del efecto y la evolución posterior. Hay efectos distintos dependiendo de la fase del desarrollo (embrión, feto, organismo perinatal o adulto). Las lesiones pueden llegar a ser irreversibles si la exposición se da en períodos con una elevada diferenciación celular2.

b) Los efectos no aparecen en el momento en que se da la exposición. En la mayoría de los casos, dichos efectos son observables en la progenie. Si la exposición ha sido de tipo embrionaria, las consecuencias no son evidentes hasta que se alcanza el estadio adulto del individuo.

c) Dadas las complejidades mencionadas anteriormente, no hay una dosis de exposición umbral que muestre un efecto tóxico del compuesto. En  caso de haberla, se trata de un nivel inferior al reconocido como límite de seguridad para otros aspectos toxicológicos.

d) Actualmente se sabe de la existencia de casos en que se produce una acción conjunta de varios disyuntores endocrinos. Es decir, se pueden experimentar efectos sinérgicos, aditivos o antagónicos3.

latas

En animales,  tras exponer embriones en desarrollo a estos contaminantes, se ha observado efectos permanentes sobre la salud  al llegar al estado adulto. Por ejemplo:

1.- Niveles anormalmente altos o bajos de ciertas hormonas en sangre. Consiguiente aparición de enfermedades hormono-dependientes: disfunciones tiroideas4, alteraciones en el crecimiento, disfunciones metabólicas congénitas.

2.- Reducción de la fertilidad (menor eficacia del apareamiento) y aumento de la esterilidad, en ocasiones acompañada de alteraciones de la conducta sexual y del sistema inmunitario.

3.- Modificación de caracteres sexuales secundarios y alteraciones anatómicas:

a) Masculinización de hembras.

b) Feminización (desmasculinización) de machos (reducción de tamaño de testículos y pene.

c) Testículos retenidos en abdomen (criptorquidia).

d) Tumores y malformaciones en órganos sexuales femeninos (trompas de Falopio, útero y cérvix) y masculinos.

e) Alteraciones óseas: pérdida de densidad y malformaciones.

(Imagen «eliminada» por los electroduendes)

A esto se ha de añadir que:

Los efectos de estas sustancias son diferentes al actuar sobre el embrión, el feto, el recién nacido o el adulto.

Los efectos son mayores en recién nacidos e individuos jóvenes que en adultos.

Si la exposición se produce sobre individuos jóvenes, los efectos a largo plazo son mayores, aunque pueden demorar su aparición hasta la madurez.

Por otro lado, ahora – que no antes – se empiezan a vincular varias enfermedades posiblemente originadas  por la presencia en el ambiente de sustancias con capacidad de alterar los equilibrios hormonales, aunque – por el el momento – falta establecer el mecanismo concreto que explica estos cambios.

Vistos en humanos, han sido, los siguientes efectos:

1.- Deterioro de la salud reproductiva humana.

a) Drástica disminución del recuento espermático en países desarrollados, hasta del 50%.

b) Mayor incidencia de criptorquidias, hipospadias y otras alteraciones en el desarrollo del aparato genitourinario.

c) Aumento de alteraciones del desarrollo sexual (menarquia precoz en niñas5, ginecomastia6) y de enfermedades hormono-dependientes como la endometriosis7.

d) Aumento de la incidencia de tumores en órganos sexuales: mama, útero y ovarios; próstata y testículos.

2.- Mayor incidencia de abortos, bajo peso al nacer y malformaciones congénitas.

3.- Problemas en el desarrollo del sistema nervioso central. Problemas de concentración y aprendizaje.

4.- Alteración de los niveles de hormonas tiroideas y sexuales.

Algunos disruptores endocrinos famosos son:

Alquilfenoles: p-nonilfenol, octilfenol.

Bisfenol – A, del que próximamente les hablaré.

Ftalatos

Estireno

DDT (diclorodifeniltricloroetano), insecticida.

Dioxinas (PCDDs) y furanos

Disolventes: 1,2,4-triclorobenceno, percloroetileno, octacloroestireno

PBDE (Polibromodifeniléteres)

PBB (Polibromuros de bifenilo)

PCBs (policloruros de bifenilo), lubricantes y refrigerantes industriales8.

Resorcinol. Antiséptico dermal para cerca del 80% de colorantes y fármacos.

Tributilestaño

Entre otros.

Continuará…

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1.- Bien es cierto que en humanos maduros  no tienen un efecto tan radical como en peces e invertebrados, pero sí que afectan a la fertilidad, al sexo del embrión (nacer sólo niñas, verbigracia) y pueden provocar pequeñas deformaciones como genitales ambiguos o testículos invaginados que no bajan al escroto.

2.- Organogénesis.

3.- Olmos Ruíz, Begoña T. (2005). Exposición medioambiental a xenoestrógenos y riesgo de criptorquídia e hipospadias. Editorial de la Universidad de Granada.

4.- Tan de moda en nuestros días. ¿Qué hay más ordinario que una operación de tiroides?

5.- Menstruaciones precoces. En caso extremo disminorreas (las tan comunes «menstruaciones dolorosas», que de común no tienen nada).

6.- Engrandecimiento patológico de una o ambas glándulas mamarias en el hombre.

7.- Crecimiento anómalo del tejido endometrial (endometrio) fuera del útero. Una enfermedad, dicho sea, bastante rara hasta hace poco.

8.- Por poner algunos ejemplos ilustrativos:

En 1933, se vieron los efectos sobre la salud de la exposición de los trabajadores que manipulaban estas sustancias en su planta de Alabama.

En 1935, Monsanto compró la compañía y se encargó de la producción en Estados Unidos y de la licencia internacional sobre el proceso de fabricación. General Electric (GE) fue una de las últimas compañías estadounidenses en incorporar a los PCBs en su producción.

Entre 1952 y 1977, la planta de GE en Nueva York había vertido más de 230,000 kilogramos de residuos de PCB al río Hudson. Los PCBs fueron los primeros compuestos descubiertos en el medioambiente  que estaban más  alejados de su fuente de emisión, descubrimiento realizado por científicos suecos que estudiaban el DDT.  Los efectos de una exposición aguda al los PCBs eran bien conocidos por las compañías que siguieron los procesos de fabricación de Monsanto, pues vieron los efectos en sus propios trabajadores que habían estado regularmente en contacto con el producto. El contacto directo con la piel produce una severa reacción similar al acné, llamada cloracné.  La exposición aumenta el riesgo de cáncer de piel,  cáncer de hígado, y cáncer de cerebro. Mientras se demoniza el tabaco (que ya les digo que tampoco es bueno). A este punto, Monsanto intentó durante años minimizar los efectos nocivos sobre la salud de la exposición a los PCBs para poder continuar con las ventas. Los efectos perjudiciales sobre la salud humana debido a la exposición a PCBs se hacen innegables después de dos incidentes separados en los que aceite de cocinar contaminado envenenó a miles de residentes en Japón y Taiwán, lo que condujo a una prohibición internacional del uso de PCBs en 1977.

Mientras, en España padecíamos el síndrome tóxico que se achacó al aceite desnaturalizado de colza, cuando en realidad aquella epidemia estaba producida por los femanifos de los pesticidas nematicidas organofosforados de la casa Nemacur con los que se trataban los tomates. Por aquel entonces el que fuera ministro de Trabajo, Sanidad y Seguridad Social, Jesús Sancho Rof, merecedor de un escarmiento público como poco, tranquiliza a la población, vía televisiva, diciendo: «El mal lo causa un bichito. Es tan pequeño, que si se cae de la mesa, se mata».  A día de hoy, si se quiere optar a la indemnización se ha de obviar que nos envenenasen con pesticidas, a la vez que se ha de cargar contra el aceite de colza.

Recientes estudios* demuestran la interferencia sobre el sistema endocrino de ciertos compuestos pertenecientes a los PCBs que son tóxicos para el hígado y la glándula tiroides, incrementa la obesidad infantil en niños expuestos antes de su nacimiento, y pueden aumentar el riesgo de padecer diabetes. Por lo que quizás tampoco la culpa sea de los «malignos» – y entiéndase bien – bollos. Si un niño tiene más tetas que su madre, a parte de esto tiene un problema hormonal.

* Por ejemplo:

Kodavanti P. (2006). «Neurotoxicity of Persistent Organic Pollutants: Possible Mode(s) of Action and Further Considerations». Dose Response 3 (3): pp. 273–305. doi:10.2203/dose-response.003.03.002. PMID 18648619.

Mullerova D, Kopecky J, Matejkova D, Muller L, Rosmus J, Racek J, Sefrna F, Opatrna S, Kuda O, Matejovic M (December 2008). «Negative association between plasma levels of adiponectin and polychlorinated biphenyl 153 in obese women under non-energy-restrictive regime». Int J Obes (Lond) 32 (12): pp. 1875–8. doi:10.1038/ijo.2008.169. PMID 18825156.

«Polychlorinated biphenyls and terphenyls (EHC 2, 1976)». International Programme on Chemical Safety. Consultado el 14-03-2009.

Uemura H, Arisawa K, Hiyoshi M, Satoh H, Sumiyoshi Y, Morinaga K, Kodama K, Suzuki T, Nagai M, Suzuki T (September 2008). «Associations of environmental exposure to dioxins with prevalent diabetes among general inhabitants in Japan». Environ. Res. 108 (1): pp. 63–8. doi:10.1016/j.envres.2008.06.002. PMID 18649880.

Verhulst SL, Nelen V, Hond ED, Koppen G, Beunckens C, Vael C, Schoeters G, Desager K (January 2009). «Intrauterine exposure to environmental pollutants and body mass index during the first 3 years of life». Environ. Health Perspect. 117 (1): pp. 122–6. doi:10.1289/ehp.0800003. PMID 19165398.

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Abeyas, abiejas, abejas…

 

 

Antes que alguno diga la habitual parida, decir que el título de la entrada obedece a diferentes nomenclaturas que a tal insecto se le ha dado en la heráldica española. Dicho esto, hoy quiero hablarles de un tema sumamente interesante: La desaparición de las abejas.

La desaparición masiva de cientos de millones de abejas en todo el mundo preocupa a los científicos desde hace años. La alarma saltó en el año 2006, cuando se afirmó que las abejas estaban desapareciéndo. Aunque este problema ya venía de lejos y pueden rastrearse casos hasta los años noventa del siglo pasado. Desde entonces el número de estos insectos ha disminuido de forma desmesurada, el denominado problema del «colapso de las colonias» (CCD, por sus siglas en inglés), cuyo origen todavía no ha sido resuelto.

Muchas teoría se han lanzado al respecto pero parece ser que es la exposición a una combinación de pesticidas de uso común en la agricultura los que están detrás de tan singular evento.

Según dos nuevos estudios publicados en la revista Nature Communications, este cóctel de sustancias interfieren en los circuitos de aprendizaje en el cerebro de los insectos, de forma que los vuelven más lentos a la hora de asimilar nuevos conocimientos o se olvidan por completo de asociaciones importantes para su supervivencia, como la relación entre el aroma floral y la comida. Dicho de otro modo: Las abejas, literalmente, se vuelven tontas.

Ha sido el equipo de Christopher Connolly, de la Universidad de Dundee (Inglaterra), quien ha investigado el impacto de dos insecticidas (los llamados neonicotinoides y coumaphos, utilizados en las colmenas para matar el ácaro Varroa)  sobre los cerebros de las abejas.

Para ello, las abejas con cerebros sanos fueron expuestas a estos pesticidas en el laboratorio en los niveles que existen en el medio natural, registrándose después su actividad cerebral. Los investigadores recogieron que ambos tipos de pesticidas actuaban en la misma zona del cerebro, la implicada en el aprendizaje de la abeja, causando una pérdida de la función. Si ambos plaguicidas eran empleados en combinación, el efecto era aún mayor.

abeja

Este estudio es el primero en demostrar que estos pesticidas tienen un impacto directo sobre la fisiología del cerebro de las polinizadoras. A tal punto, se ha de recordar que un amplio número de plantas dependen directamente de las abejas, para su reproducción.

Geraldine Wright y Sally Williamson, de la Universidad de Newcastle, mostraron en otro estudio, que la combinación de estos mismos pesticidas afecta al aprendizaje y la memoria en las abejas. Estableciendo que cuando las abejas son, o han sido, expuestas a combinaciones de los pesticidas durante al menos cuatro días, cerca de un 30% no son capaces de aprender o realizan de una forma deficiente las pruebas de memoria. En este experimento los niveles de plaguicidas eran, también, los mismo que se encuentran en la naturaleza.

Segun Wright: «Las polinizadoras realizan conductas complejas mientras se alimentan que les obligan a aprender y recordar los rasgos florales asociados a los alimentos. La interrupción en esta importante función tiene implicaciones profundas para la supervivencia de la colonia de abejas, porque las abejas que no pueden aprender no serán capaces de encontrar comida.»

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Gromia

 

 

Aunque esta noticia no es nueva, creo que será de sumo interés a los interesados. Por lo menos a mí así me lo parece, sobre todo a la hora de poder hablar de según que temas con cierto grado de propiedad.

Fue durante el verano del  2007, durante una expedición a las Bahamas, que un equipo de científicos realizó un descubrimiento sorprendente. Sobre el lecho marino, a una profundidad de 610 metros, un submarino guiado  por control remoto grabó en vídeo lo que podría denominarse como:  “bola sin cerebro, sin ojos ni color, cubierta completamente por barro”. De hecho, Mikhail V. Matz, de la Universidad de Texas, es el responsable de tan gráfica descripción.

Y no es para menos.

Parece ser que estas bolas, que miden cerca de una pulgada (2,5 centímetros de diámetro aproximadamente),  dejan improntas de sus rastros sobre el fondo marino, como si de algún modo consiguieran rodar sobre él, de una manera autónoma.

Tras un lapso de tiempo prudencia, el doctor Mazt y sus colegas han publicado su hallazgo y estudio en  Current Biology, donde en términos más científicos  se expone que tal ser, en realidad, es una ameba gigante del género Gromia, un envoltorio transparente de protoplasma con un núcleo relleno de agua que le ayuda a mantener su forma esférica. Afirmándose que la criatura, dadas estas características,  rueda empujándose a si misma mediante la exudación de pequeñas porciones de dicho protoplasma a través de unas aperturas en su superficie.

Gromia

Por otro lado, más allá de la simple curiosidad,  los investigadores cayeron en la cuenta de que sus rastros eran muy similares a los surcos hallados sobre lecho marino fósil datado hace más de 550 millones de años. De modo que la ameba rodante plantea severas dudas sobre el entendimiento que los científicos tienen, hoy día,  sobre el modo en que la vida en la Tierra se diversificó.

De siempre se había argumentado que los organismos pluricelulares, provistos de dos hemisferios simétricos, surgieron antes de la explosión de diversidad que se dio en el período Cámbrico, hace unos 542 millones de años. Uno de los mejores argumentos esgrimidos para tal afirmación era precisamente la de los rastros fosilizados encontrados en el lecho marino, entendiéndose que sólo una criatura compleja y de simetría bilateral, podría maniobrar por sus propios medios dejando ese tipo de surcos.

En juego este organismo Gromia, que es unicelular y carece de  simetría bilateral, y que además deja rastros muy similares, obliga a replantearse las teorías hasta ahora postuladas.

Parafraseando a Matz: “Realmente este es un duro golpe para la escuela de pensamiento que sostiene que los animales evolucionaron de forma lenta antes del Cámbrico”.

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Asteroides

 

 

Resulta que en la semana que va del 4 al 10 de marzo, cuatro asteroides se han aproximado a nuestro planeta.

La primera “visita” fue el lunes 4 y la última, si las autoridades lo permiten – nótese la sorna -, el domingo 10.

Este ritmo, según los entendidos, lejos de ser una anormalidad en cuanto a frecuencia es completamente normal, sólo que ahora, es seguido  de cerca por los medios de comunicación. Máxime cuando la caída de un meteorito el 15 de febrero en la ciudad rusa de Chelyabinsk ha encendido las alarmas en la comunidad científica, pues se trata del mayor impacto sufrido en la Tierra por un fenómeno de esta naturaleza en los últimos cien años. Con tan sólo 15 metros de diámetro en el momento de su entrada en la atmósfera, tenía una masa de 7.000 toneladas y liberó energía equivalente a 500 kilotones. Hirió a 1.200 personas y provocó importantes daños en los edificios de la ciudad. O eso es lo que se dice.

Cual campo de tiro cósmico, el encuentro más significativo de nuestro planeta con una de estas  rocas espaciales ocurrió el sábado. El asteroide 2013 ET, que fuera descubierto el 3 de marzo por investigadores de la Universidad de Arizona, pasó a 965.606 kilómetros de la Tierra, aproximadamente 2,5 veces la distancia media entre la Tierra y el Sol.  Según las primeras estimaciones, su tamaño alcanzaba los 140 metros de diámetro, pero las últimas observaciones de la NASA lo han encogido a tan sólo 40 metros.

Ese mismo sábado otro asteroide, 2013 EC20, más pequeño (sólo 7 metros de diámetro),  descubierto apenas dos días antes, se acercó todavía más a la Tierra. Pasó a una distancia de 150.000 km (menos de la mitad de la distancia media entre la Tierra y la Luna).

asteroide

Si el primero de los dos asteroides (2013 ET) hubiera alcanzado la Tierra podría haber destruido una gran ciudad. En 1908 otro cuerpo espacial del mismo tamaño penetró en la atmósfera sobre Siberia, en lo que se conoce como “incidente Tunguska”, y arrasó por completo bosques en una zona de 2.140 kilómetros cuadrados. Así la cosa, imaginen.

Los otros dos cuerpos de la última semana fueron el asteroide 2013 CE y el 2013 EN20, que se aproximaron el lunes y el domingo, respectivamente. El 2013 CE, con 12 metros de ancho, descubierto por el astrofísico italiano Gianluca Masi, pasó a 383.000 kilómetros, casi la misma distancia que hay entre la Tierra y la Luna. Su hallazgo se dio dos días antes de su máxima aproximación . Más allá de la órbita lunar cruzó el 2013 EN20, con cerca de 23 metros de diámetro.

A pesar de las apariencias, sin embargo, no está sucediendo nada extraordinario o que se salga de lo que es normal. Científicos de la NASA y astrónomos de todo el mundo exploran de manera contínua el cielo en busca de rocas errantes que puedan suponer una amenaza para nosotros. Y son muchos los asteroides que pasan más o menos cerca de la Tierra sin que, por ahora, podamos detectarlos.

El caso del meteorito de Chelyabinsk ha logrado concentrar la atención mundial sobre esta clase de episodios, aunque yo considero  que no hay otro motivo que no sea el morbo  (por lo menos desde aquel que se supone cayó y exitinguió a los dinosaurios). Cientos de toneladas métricas de materia surcan los espacios circundantes a nuestro planeta todos los días, por lo menos eso es lo que hemos – como humanos – podido detectar, de los cuales al menos un centenar penetra en  la atmósfera sin mayor complicación.

Mientras, el mundo sigue las peripecias de una facción monástica (y de otras más sectarias aún), que si bien es mayoritaria en cuanto a credos no es representativa, en absoluto, en cuanto a humana. Los más exacerbados petimetres, los mismo que cada mil años anuncian la llegada de un asteroide vengador llamado Ajenjo (confundiendo estrellas, montañas, asteroides y hasta la mano derecha con la izquierda), se han dedicado a defender el honor y la honra del pastor1 que les habrá de guiar, como borregos que son, por las senda de una doctrina tan dogmática como hipócrita.

Como a menudo suelo decir: El mundo gira y los tontos miran.

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1.- Del que lo mejor que se puede decir, obviando el contexto argentino, es que es un jesuita que servía al Opus Dei.

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Olor de santidad (osmóforos)

Ahora que «habemus papam», «amtipapam» y/o «papam-atas», vengo yo a plancharles la oreja (o los ojos) con una de esas cosas que un día me dio por pensar sobre un suceso de aquellos que contemplo como de tipo paralelo (paranomal), por las circunstancias que lo rodeaban.  Aun cuando los hay quien le atribuyen un origen sobrenatural. Hoy día lo veo con otros ojos, quizás por ser antes más ignorante atrevido que ahora, quizás porque el árbol que tenía delante no me dejaba ver el bosque. Igual de ignorante sigo, pero quizás más prudente. El suceso de marras no es otro que el que encabeza el título de esta entrada, y su explicación aquello que aparece entre paréntesis, más o menos.

Vaya por delante que tanto si he develado un misterio, como si no, eso es cosa que no está dentro de mi alcance aseverar, sino que han de ser los que «saben» los que corroboren. Aún así, no eludiré la carga de prueba – que muchos están acostumbrados a ello – sino que, por el contrario, más de una habré de aportar.

Podemos definir el olor de santidad (no confundir con el «loor»1) como el aroma fragante que emanaba algunos santos y mártires al morir o después de muertos. También algunos vivos (no tenidos por santos, añado), tales como médiums,  «dotados»  paranormales y/o enfermos corporales2 o mentales.

Se dice que olían de forma fragante el fraile Servolo,  San Simón, San Policarpo, Santa Catalina de Ricci3 o Santa Teresa de Jesús4. Esto sobraba y bastaba para elevar a los altares a aquellos a quien se suponía tocados por la mano de Dios. Ya que se interpretaba que tales hechos obedecían a la faceta milagrosa del mismo, ya que en lugar de oler mal (a cadaver), olían bien (a fragancias florales).

El problema es los osmóforos botánicos son las glándulas en las que se producen las sustancias volátiles que producen el olor de las flores. Cosa de la cual los humanos estamos desprovistos. Familias botánicas como la Asclepiadaceae, Aristolochiaceae, Araceae y Orchidaceae están provistas de ellos pero no las personas. De modo que debe de existir una relación entre los «aceites esenciales» contenidos en la vacuolas de estas plantas y los olores atribuídos a los santos. por ejemplo: En las plantas Jasminum, Rosa yViola, estos aceites esenciales (muy volátiles) se forman en las vacuolas de las células de la epidermis y el mesófilo de los pétalos, si la temperatura es suficiente, éstos se evaporan a través de la pared celular y/o de la cutícula.  Siendo que a medida que se evaporan, en el citoplasma se reponen estos sintéticos.

Pero como los humanos carecemos de ello ¿Qué cosa podría producir tal efecto?

El olor es una sensación producida por estímulo del sentido del olfato.

Por su parte, el aroma es la fragancia del objeto que permite la estimulación del sentido del olfato5

El sentido del olfato está constituido por células olfatorias ciliadas, que constituyen los receptores olfativos. Es un órgano versátil, con gran poder de discriminación y sensibilidad, capaz de distinguir unos 2000 a 4000 olores diferentes. La importancia de los aromatizantes radica en la, función que desempeñan. Por ejemplo, puede mezclarse con el aroma propio de un alimento al que se agrega; anulándolo; puede generarse una mezcla íntima de ambos, produciéndose un nuevo aroma; o bien puede resultar una, mezcla parcial, manteniéndose las características aromáticas de ambos y desarrollándose además un nuevo aroma.

Se han hecho reiterados intentos de agrupar las numerosas sensaciones olfatorias en las denominadas como «fundamentales», con resultados poco exitosos (menos que en el sentido del gusto).

En 1752 Linneo estableció 7 tipos de olores: fragante, aromático, ambrosiaco, aliáceo, caprílico, fétido y nauseabundo. Más tarde, Zwaardemaker en 1895 agregó a esta clasificación dos olores más: Etéreo y Quemado.

En 1916 Henning propuso un diagrama espacial en forma de prisma, ubicándose los 6 olores considerados básicos, en los vértices, y estando los olores intermedios ubicados en las aristas y caras del prisma.

Henning

 

Posteriormente, Crocker y Henderson en 1927, propusieron una clasificación tetramodular, con 8 grados de intensidad, estableciendo un compuesto químico básico para cada módulo:

Olor

Compuesto químico básico

fragante

metilsalicilato (8453)

ácido

ácido acético 20% (3803)

quemante

guayacol (7584)

caprílico

2,7 dimetiloctan (3518)

En 1964, Schutz intentó una nueva clasificación que diferencia 9 factores odoríferos y señala el patrón de cada uno de ellos: fragante (metilsalicilato), quemante (guayacol), sulfuroso (etildisulfuro), etéreo (1 propanol), dulce (vainillina), rancio (ácido butírico), aceitoso (heptanol), metálico (hexanol) y a condimentos (benzaldehído). Los patrones se usan concentrados, a excepción del ácido butírico al 3,8% y el disulfuro de etilo al 0,03%.

Existen más clasificaciones ( como la de Wenger, Woskow, Wright, etc.), pero hasta ahora no hay un consenso generalizado en esto del «goler»6. Esto se debe a que se estima que existen cerca de  50.000 olores diferentes, pero el ser humano  sólo es capaz de detectar entre 2.000 y 4.000 de ellos7.

Lo cual nos lleva al denominado como «grupo osmóforo», que es  la parte, de la molécula responsable del olor. En base a ello, y aunque es infinitamente complicado y aburrido,  Henning describió la posición «para» como característica de los olores a especias y  la de «meta» para los florales etc. Cosa curiosa, pues estamos tratando con sucesos «meta»-físicos en los que intervienen pretendidas entidades «meta»-humanas.

Ahora que estoy seguro que se ha perdido,  decirle que lo que pretendo es hacerle notar que lo que solemos identificar como olor a Rosa, en realidad es olor a Rosa120, o Rosa38.907 o, o Rosa53. Nos es imposible distinguir uno de otro Dado que, por lo general adolecemos de:

1.- Desconocimiento de la dimensión del estímulo.
2.- Desconocimiento de la región de detección en el órgano mismo.
3.- Imposibilidad de controlar el dolor que se produce por estimulación simultánea del trigémino y que acompaña a la percepción de olores, por ejemplo el lagrimeo al oler cebolla o el estornudo al oler pimienta.
4.- Control de humedad y temperatura de la región olfatoria durante la percepción. Ya que es necesaria una determinada humedad para producir la disolución de la sustancia olorosa en la mucosa.
5.- Control de presión y velocidad de flujo del aire que se emplea en la determinación de olores.
6.- Control sobre otras características anejas de la misma. Por ejemplo que aire, olor a parte, sea inodoro.
7.- Imposibilidad de cuantificar la sustancia olorosa que llega a la mucosa, salvo en «mucho» o «poco».
8.- Imprecisión al expresar la intensidad del estímulo.
9.- Falta de vocabulario que ayude e la clasificación.
10.- La adaptación al estímulo sensorial.

Eso por no hablar de la anosmia (no percibe olores), hiperanosmia (la respuesta es exagerada), merosmia (ceguera a ciertos olores), heterosmia (se perciben olores falsos), antosmia (se tiene la sensación sin que exista estímulo), que bien podían explicar el asunto del olor a santidad o de las osmogénesis.

Volviendo con el asunto botánico, en mi experiencia como horticultor y jardinero, he podido observar (cosa que cualquier botánico puede corroborar8), que con un mazo suficientemente grande de flores, lo que antes era agradable y fragante ahora es un castigo divino.Sobre todo por la escalofriante similitud que con este hecho tiene. Las agrupacionas florales masivas, expelen un aroma tan concentrado que hiede a muerto. Del mismo modo en que he podido comprobar que en los diferentes estadíos de la metagonía celular (una vez que las funciones corporales que entendemos por vida han cesado sin forma de remisión posible), al principio de este suceso, se proyecta un aroma que recuerda a flores o frutos. Cualquier médico forense que haya lidiado con cadáveres, le confirmará este hecho9. Igualmente le podrá confirmar – si mi palabra sola es insuficiente – como el aroma gana en intensidad, y antes de convertirse en lo que todos creemos como «olor a muerto», adquiere unos matices dulces tan empalagosos que nos invaden en el más amplio sentido de la palabra. Tan penetrantes son, que horas depués seguimos olíendolos10.

Decir que las flores huelen a muerto es lo mismo que decir que los muertos huelen a flores y nadie se escandaliza de lo segundo.

Si imaginamos los olores no como un prisma sino como un vector cromático, por ejemplo, veremos que conocemos (en cuanto a «olores» se refiere, claro) por ejemplo, rojo y amarillo, pero que a la hora de definir naranja no sabemos como y nos parece que es como olor a Rosas, sean estas 120, 39-i o zfalopia perro podrido.

Que hay plantas que huelen eminentemente a podrido, es cierto pero ¿Qué pasaría si todas lo hicieran? A menudo es lo que suele suceder. Atraen insectos. Y aunque no todos anidan en carne en descomposición si que detectan, vía olfativa, el comienzo de la misma.

Imaginemos un dial que va desde menos podrido a podrido del todo:

(1)menos podrido, (2)podrido, (3)podri-podri, (4)podrido del todo.

La frangancia floral estaría situada en el número 1 (menos podrido) y el cadaver putrefacto en el (4).

Esto implica que para que un cadaver pueda oler a flores – descartando ungüentos y chuminadas varias – devería de estar poco podrido. Cosa que se da. Y si no que se lo pregunten a Don Francisco Paulino Hermenegildo Teódulo11, que tenía a bien el pasearse con el brazo incorrupto de aquella mística acetonómica diabética, que fuera Santa Teresa de Jesús.

Es común que los cadáveres incorruptos (nos parezca que) huelan a flores, ya que su descomposición ha sido mínima.

Ahora bien: ¿Es esto así?. No lo sé. A mí, desde luego, me lo parece. Esto explicaría infinitud de fenómenos de osmogénesis en los que en apariencia no hay una causa conocida para la aparición de un olor singular.

Lo normal es que un cuerpo se pudra y retorne al poético polvo, cuando esto no se da una serie de fenómenos, por ejemplo la osmogénesis floral, también aparecen. De ahí que lo considere como paralelo en lugar de como sobrenatural.

Resumiendo: El denominado «olor a santidad», desde mi perspectiva, creo, se produce, porque  los cadáveres al pudrise poco huelen poco.

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1.- Loor significa «Fama». No es lo mismo morir oliendo a santo que siendo aclamado como tal.

2.- Por ejemplo, los tísicos exhudan un característico olor a rosas que proviene de sus pulmones. En casos extremos de delirium tremens se ha detectado olor a: 1.- Piñas; 2.- Violetas. Y mi favorito, la acetonemia diabética que da un olor similar al de las manzanas, solo que cuando lo he presenciado, la escena no era muy agradable.

3.- Aquejada de anuria, cuyo tratamiento – la trementina – producía fragancia floral (se interpreta como olor a violetas).

4.- Afectada por la brucelosis. De efectos olorosos similares a los de la acetonemia.

5.- Por eso en el lenguaje común se confunden y usan como sinónimos.

6.- Goler: Pretérito muy imperfecto del verbo «oler».

7.- Lo cual sitúa a los olfatos más desarrollados en un pico de 11 veces el humano. Nada de cien o mil.

8.- En mi caso tres, sin realción en el espacio ni el tiempo.

9.- Si a usted esto le parece una barbaridad: a) No ha olido mazos florales. b) No ha olido un muerto en las diferentes fases de descomposición. c) No tiene vida social y pasa el rato haciendo aspavientos.

10.- De ahí que muchos utilicen un poco de mentol sobre el labio superior.

11.- «Claudillo» de España.