Mundo Desconocido

abril2013

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Venenos. Primera parte: Disruptores endocrinos.

 

Efectivamente, el presente artículo es tan poco halagüeño como el título que lo encabeza, no obstante creo necesario volver a incidir sobre la suerte de venenos que nos rodean y como algunos de ellos nos afectan. En formato de saga, le presento el primero de ellos. Ruego, por favor, que la extensión del mismo no les impida documentarse.

Un disruptor endocrino, también llamados disruptores/interruptores hormonales (en inglés, endocrine disruptor o EDC, Endocrine Disrupting Chemicals), es una sustancia química, ajena al cuerpo humano o a la especie animal a la que afecta, alterando el equilibrio hormonal de los organismos de una especie,  generando la interrupción de uno o varios procesos fisiológicos controlados por hormonas, o de generar una respuesta de mayor o menor intensidad de lo normal.

Variados en número y estructura, pueden tener un origen natural o artificial.

Cuando de común se habla de disruptores endocrinos, se hace referencia a aquella sustancias contaminantes  que tienden a causar:

a) Infertilidad

b) Cambio de sexo1.

La principal vía de exposición humana a estas sustancias es la alimentación, especialmente por la contaminación procedente de materiales que están en contacto con alimentos, ya sea durante su procesamiento (químicos en su crecimiento o preparado) o en envases y recipientes alimentarios (tales como latas de conserva o biberones).

La relación entre respuesta y dosis no es lineal y pueden observarse diferentes modelos incluso en dosis bajas de unas pocas partes por billón. Los modelos más comunes son:

1.- Aumento acelerado: A una mayor dosis, una mayor respuesta, con variación monótona y agravamiento progresivo de los efectos.

2.- Efectos agravados para dosis muy bajas o altas.

3.- Efectos agravados para dosis intermedias.

Si tenemos en cuenta la latencia o retraso de los efectos respecto de la exposición, y los efectos acumulativos en el medio o en organismos, se deduce la dificultad de establecer un modelo único de acción y de establecer los valores límite.

Los disruptores endocrinos tienen características peculiares en su toxicidad. Dichas características son:

a) El momento de la exposición es decisivo para poder diagnosticar la gravedad del efecto y la evolución posterior. Hay efectos distintos dependiendo de la fase del desarrollo (embrión, feto, organismo perinatal o adulto). Las lesiones pueden llegar a ser irreversibles si la exposición se da en períodos con una elevada diferenciación celular2.

b) Los efectos no aparecen en el momento en que se da la exposición. En la mayoría de los casos, dichos efectos son observables en la progenie. Si la exposición ha sido de tipo embrionaria, las consecuencias no son evidentes hasta que se alcanza el estadio adulto del individuo.

c) Dadas las complejidades mencionadas anteriormente, no hay una dosis de exposición umbral que muestre un efecto tóxico del compuesto. En  caso de haberla, se trata de un nivel inferior al reconocido como límite de seguridad para otros aspectos toxicológicos.

d) Actualmente se sabe de la existencia de casos en que se produce una acción conjunta de varios disyuntores endocrinos. Es decir, se pueden experimentar efectos sinérgicos, aditivos o antagónicos3.

latas

En animales,  tras exponer embriones en desarrollo a estos contaminantes, se ha observado efectos permanentes sobre la salud  al llegar al estado adulto. Por ejemplo:

1.- Niveles anormalmente altos o bajos de ciertas hormonas en sangre. Consiguiente aparición de enfermedades hormono-dependientes: disfunciones tiroideas4, alteraciones en el crecimiento, disfunciones metabólicas congénitas.

2.- Reducción de la fertilidad (menor eficacia del apareamiento) y aumento de la esterilidad, en ocasiones acompañada de alteraciones de la conducta sexual y del sistema inmunitario.

3.- Modificación de caracteres sexuales secundarios y alteraciones anatómicas:

a) Masculinización de hembras.

b) Feminización (desmasculinización) de machos (reducción de tamaño de testículos y pene.

c) Testículos retenidos en abdomen (criptorquidia).

d) Tumores y malformaciones en órganos sexuales femeninos (trompas de Falopio, útero y cérvix) y masculinos.

e) Alteraciones óseas: pérdida de densidad y malformaciones.

(Imagen «eliminada» por los electroduendes)

A esto se ha de añadir que:

Los efectos de estas sustancias son diferentes al actuar sobre el embrión, el feto, el recién nacido o el adulto.

Los efectos son mayores en recién nacidos e individuos jóvenes que en adultos.

Si la exposición se produce sobre individuos jóvenes, los efectos a largo plazo son mayores, aunque pueden demorar su aparición hasta la madurez.

Por otro lado, ahora – que no antes – se empiezan a vincular varias enfermedades posiblemente originadas  por la presencia en el ambiente de sustancias con capacidad de alterar los equilibrios hormonales, aunque – por el el momento – falta establecer el mecanismo concreto que explica estos cambios.

Vistos en humanos, han sido, los siguientes efectos:

1.- Deterioro de la salud reproductiva humana.

a) Drástica disminución del recuento espermático en países desarrollados, hasta del 50%.

b) Mayor incidencia de criptorquidias, hipospadias y otras alteraciones en el desarrollo del aparato genitourinario.

c) Aumento de alteraciones del desarrollo sexual (menarquia precoz en niñas5, ginecomastia6) y de enfermedades hormono-dependientes como la endometriosis7.

d) Aumento de la incidencia de tumores en órganos sexuales: mama, útero y ovarios; próstata y testículos.

2.- Mayor incidencia de abortos, bajo peso al nacer y malformaciones congénitas.

3.- Problemas en el desarrollo del sistema nervioso central. Problemas de concentración y aprendizaje.

4.- Alteración de los niveles de hormonas tiroideas y sexuales.

Algunos disruptores endocrinos famosos son:

Alquilfenoles: p-nonilfenol, octilfenol.

Bisfenol – A, del que próximamente les hablaré.

Ftalatos

Estireno

DDT (diclorodifeniltricloroetano), insecticida.

Dioxinas (PCDDs) y furanos

Disolventes: 1,2,4-triclorobenceno, percloroetileno, octacloroestireno

PBDE (Polibromodifeniléteres)

PBB (Polibromuros de bifenilo)

PCBs (policloruros de bifenilo), lubricantes y refrigerantes industriales8.

Resorcinol. Antiséptico dermal para cerca del 80% de colorantes y fármacos.

Tributilestaño

Entre otros.

Continuará…

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1.- Bien es cierto que en humanos maduros  no tienen un efecto tan radical como en peces e invertebrados, pero sí que afectan a la fertilidad, al sexo del embrión (nacer sólo niñas, verbigracia) y pueden provocar pequeñas deformaciones como genitales ambiguos o testículos invaginados que no bajan al escroto.

2.- Organogénesis.

3.- Olmos Ruíz, Begoña T. (2005). Exposición medioambiental a xenoestrógenos y riesgo de criptorquídia e hipospadias. Editorial de la Universidad de Granada.

4.- Tan de moda en nuestros días. ¿Qué hay más ordinario que una operación de tiroides?

5.- Menstruaciones precoces. En caso extremo disminorreas (las tan comunes «menstruaciones dolorosas», que de común no tienen nada).

6.- Engrandecimiento patológico de una o ambas glándulas mamarias en el hombre.

7.- Crecimiento anómalo del tejido endometrial (endometrio) fuera del útero. Una enfermedad, dicho sea, bastante rara hasta hace poco.

8.- Por poner algunos ejemplos ilustrativos:

En 1933, se vieron los efectos sobre la salud de la exposición de los trabajadores que manipulaban estas sustancias en su planta de Alabama.

En 1935, Monsanto compró la compañía y se encargó de la producción en Estados Unidos y de la licencia internacional sobre el proceso de fabricación. General Electric (GE) fue una de las últimas compañías estadounidenses en incorporar a los PCBs en su producción.

Entre 1952 y 1977, la planta de GE en Nueva York había vertido más de 230,000 kilogramos de residuos de PCB al río Hudson. Los PCBs fueron los primeros compuestos descubiertos en el medioambiente  que estaban más  alejados de su fuente de emisión, descubrimiento realizado por científicos suecos que estudiaban el DDT.  Los efectos de una exposición aguda al los PCBs eran bien conocidos por las compañías que siguieron los procesos de fabricación de Monsanto, pues vieron los efectos en sus propios trabajadores que habían estado regularmente en contacto con el producto. El contacto directo con la piel produce una severa reacción similar al acné, llamada cloracné.  La exposición aumenta el riesgo de cáncer de piel,  cáncer de hígado, y cáncer de cerebro. Mientras se demoniza el tabaco (que ya les digo que tampoco es bueno). A este punto, Monsanto intentó durante años minimizar los efectos nocivos sobre la salud de la exposición a los PCBs para poder continuar con las ventas. Los efectos perjudiciales sobre la salud humana debido a la exposición a PCBs se hacen innegables después de dos incidentes separados en los que aceite de cocinar contaminado envenenó a miles de residentes en Japón y Taiwán, lo que condujo a una prohibición internacional del uso de PCBs en 1977.

Mientras, en España padecíamos el síndrome tóxico que se achacó al aceite desnaturalizado de colza, cuando en realidad aquella epidemia estaba producida por los femanifos de los pesticidas nematicidas organofosforados de la casa Nemacur con los que se trataban los tomates. Por aquel entonces el que fuera ministro de Trabajo, Sanidad y Seguridad Social, Jesús Sancho Rof, merecedor de un escarmiento público como poco, tranquiliza a la población, vía televisiva, diciendo: «El mal lo causa un bichito. Es tan pequeño, que si se cae de la mesa, se mata».  A día de hoy, si se quiere optar a la indemnización se ha de obviar que nos envenenasen con pesticidas, a la vez que se ha de cargar contra el aceite de colza.

Recientes estudios* demuestran la interferencia sobre el sistema endocrino de ciertos compuestos pertenecientes a los PCBs que son tóxicos para el hígado y la glándula tiroides, incrementa la obesidad infantil en niños expuestos antes de su nacimiento, y pueden aumentar el riesgo de padecer diabetes. Por lo que quizás tampoco la culpa sea de los «malignos» – y entiéndase bien – bollos. Si un niño tiene más tetas que su madre, a parte de esto tiene un problema hormonal.

* Por ejemplo:

Kodavanti P. (2006). «Neurotoxicity of Persistent Organic Pollutants: Possible Mode(s) of Action and Further Considerations». Dose Response 3 (3): pp. 273–305. doi:10.2203/dose-response.003.03.002. PMID 18648619.

Mullerova D, Kopecky J, Matejkova D, Muller L, Rosmus J, Racek J, Sefrna F, Opatrna S, Kuda O, Matejovic M (December 2008). «Negative association between plasma levels of adiponectin and polychlorinated biphenyl 153 in obese women under non-energy-restrictive regime». Int J Obes (Lond) 32 (12): pp. 1875–8. doi:10.1038/ijo.2008.169. PMID 18825156.

«Polychlorinated biphenyls and terphenyls (EHC 2, 1976)». International Programme on Chemical Safety. Consultado el 14-03-2009.

Uemura H, Arisawa K, Hiyoshi M, Satoh H, Sumiyoshi Y, Morinaga K, Kodama K, Suzuki T, Nagai M, Suzuki T (September 2008). «Associations of environmental exposure to dioxins with prevalent diabetes among general inhabitants in Japan». Environ. Res. 108 (1): pp. 63–8. doi:10.1016/j.envres.2008.06.002. PMID 18649880.

Verhulst SL, Nelen V, Hond ED, Koppen G, Beunckens C, Vael C, Schoeters G, Desager K (January 2009). «Intrauterine exposure to environmental pollutants and body mass index during the first 3 years of life». Environ. Health Perspect. 117 (1): pp. 122–6. doi:10.1289/ehp.0800003. PMID 19165398.

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¿Una mujer al frente de la Iglesia Católica? La Leyenda de la Papisa Juana

Ya que el tema del Papado (por razones obvias) es la moda del momento y que yo mismo he abordado en un par de artículos anteriores haciendo publicas mis sospechas sobre que ocurrió en realidad con Benedicto XVI y la figura del nuevo Sumo Pontífice (con la que no pretendía molestar a nadie, solo expresar mi personal punto de vista empujado por las fuentes consultadas que me llevaron a concluir que todo había sido un premeditado golpe de estado dentro de los muros vaticanos movido por el interés en mantener el statu quo dentro de la banca vaticana) hoy he decidió escribir este articulo sobre una figura que se mueve en medio de la historia y la leyenda. Se trata de la conocida como Papisa Juana, una figura que, según la tradición, capitaneó los designios de la Iglesia Católica en el siglo IX.

 

Según la leyenda, mas o menos a partir del año 1000, la Iglesia habría llevado a cabo (durante 5 siglos) una oscura ceremonia dentro de los muros del palacio de Letrán. Todos aquellos que iban a ser nombrados como nuevo Papa, eran obligados a tomar asiento en una especie de trono perforado por el que un diacono tenía como oficio (o como hobby,  quién sabe) verificar palpando, la presencia de los atributos masculinos del candidato. La Iglesia ha negado la existencia de esta ceremonia, pero testimonios como los de Adam de Usk o Jacobo de Angelo confirman la existencia de tal ritual, así como también lo confirma un raro ejemplar de este polémico trono que se guarda en el museo de Louvre de París.

 

 

¿Reminiscencia de un antiguo ceremonial para confirmar la masculinidad del Sumo Pontífice? Imagen cortesía de ferelcoyote.files.wordpress.com

 

¿Tal vez la Iglesia instauró este ceremonial debido a que una mujer habría sorteado las restricciones de genero que la propia institución se había autoimpuesto? Para comprender mejor los detalles necesitamos conocer quien fue esta enigmática figura femenina que, supuestamente, un día se sentó en el mismísimo trono de Pedro en Roma.

 

Juana‘ nació en el año 822 en Ingelheim, cerca de Maguncia (Alemania). Se caracterizaba por ser una joven muy inteligente y ávida de conocimientos, que se decide a viajar a Atenas con el interés en instruirse y aumentar sus sapiencias. Juana tuvo la poca fortuna de vivir en una época en la que la cultura era patrimonio exclusivo de la Iglesia y del genero masculino por lo que, para realizar sus estudios, se hace pasar por un joven copista tomando el nombre de «Juan el Inglés«.

 Este subterfugio le permite visitar y viajar por las mas importantes abadías, entre ellas la famosa Saint-Germain-des-Prés (Francia). Cuando vuelve a Roma en torno al 850, “Juan el Inglés” es por aquel entonces considerado como un joven erudito, piadoso y, sobre todo, tocado por la gracia de la belleza.

 La Curia lo nombra Cardenal y el Papa de por entonces, León IV, le da poderes para negociar en los asuntos internacionales de la Santa Sede. Cuando León IV fallece en el 855, inmediatamente se piensa en “Juan” como su sucesor. Nadie conoce, por supuesto, su verdadera identidad y Juana accede al trono pontificio con el nombre de Juan VIII “el Angelical”, (aunque algunos le atribuyen el sobrenombre de Benedicto III).

 Juan VIII desempeña su  cargo con gran destreza y dedicación hasta abril de 858. Durante una fiesta de Rogativas, se desploma repentinamente en plena calle y, ante la atónita vista del gentío presente, da a luz un niño (supuestamente fruto de sus escarceos carnales con el embajador Lamberto de Sajonia) y muere en las horas siguientes al parto; fruto de una lapidación a la que la sometió una muchedumbre iracunda o como consecuencia del alumbramiento. El escándalo entre los fieles a la Iglesia es mayúsculo y la Papisa es enterrada a escondidas en un lugar secreto no consagrado. Se dice que este lugar pudiera estar ubicado en una estrecha callejuela entre El Coliseo y la Iglesia de San Clemente.

Miniatura realizada para el «Decamerón» de Boccacio (Siglo XV) donde se muestra a la Papisa dando a luz en plena procesión. Imagen cortesía de sobreleyendas.com

El dominico Martin de Troppau es quien nos relata la historia de la Papisa en un libro del siglo XIII titulado “Chronicon pontificum et imperatorum” (Crónica de Papas y emperadores). Algunos años antes es otro dominico, Esteban de Borbón, quien da testimonio del Papado de una mujer, aunque este lo sitúa en torno al 1100. Y no los solo estos dos sacerdotes dominicos atestiguan de este acontecimiento, otras fuentes anónimas anteriores proclaman la existencia de Juana y su pontificado. El propio Papa León IX remitiría una carta fechada a mediados del siglo XI al Patriarca de Constantinopla en la que se nombra a “una mujer que ocupó del trono de los pontífices de Roma”.

 A principios del siglo XV la existencia de la Papisa es ampliamente aceptada por la Iglesia dando fe de la historia de la misma, por lo que se intuye que no fue un bulo creado para desprestigiar a la Santa Sede por parte de alguno de sus detractores. Bien por el contrario, no sería hasta el año 1562 cuando Onofrio Panvinio, un monje agustino, puso en tela de juicio la existencia del personaje de Juana en su obra “Vitae Pontificum” (Vida de los Papas) a quien mas tarde se le uniría también el protestante David Blondel en 1647.

 Sus argumentos se basaban en la inviabilidad de la historia de la Papisa pues no podían concebir que una mujer lograse disimular su sexo durante largos años solo por el hecho de haber adoptado un nombre falso y vestirse con ropajes masculinos. Esto chocaría con la propia historia de la Iglesia Católica (que había admitido la existencia de Juana) así como los casos de las beatas Hildergarda, Eufrasia y Eugenia que parecen haber convivido con monjes hasta el momento de su muerte disfrazándose con atuendos masculinos.

 Por otro lado, parece poco plausible que pueda haber existido un papado entre el de León IV y Benedicto III. León IV murió el 17 de julio de 855 y Benedicto III fue coronado tan pronto como aquel falleció. Aunque esto abriría la puerta a pensar que, tal vez, la figura de la Papisa correspondiese con la figura de Benedicto III, ya que su existencia no se menciona en el más antiguo ejemplar del “Liber pontificalis”. Benedicto III era un personaje de gran belleza física y, según los cronistas, con una profunda aversión por aparecer en publico. A parte de estos escuetos adjetivos, poco se sabe de la figura de este Papa, salvo que murió súbitamente el 17 de abril de 858 victima de un antipapa (Anastasio) y que en realidad fue enterrado fuera de la Basílica de San Pedro según su propia voluntad pues “no era digno de estar junto a los santos”. Todos los hechos de la vida de Benedicto podrían encajar a la perfección con los detalles de la existencia de Juana, aunque algunas fuentes presentan a Benedicto III como un hombre mayor, con una poblaba barba y que, supuestamente, sus restos sí reposan entre los demás pontífices en la Iglesia de San Pedro de Roma.

¿Acaso la Iglesia habría rebautizado a Juan VIII como Benedicto III y habría creado esta falsa personalidad para ocultar el verdadero sexo de este pontífice?

 

De hecho, se dice que el origen de la leyenda sobre un Papa mujer viene por el verdadero Juan VIII, coronado como Papa en el 872. Parece que a este pontífice se le atribuyó el sobrenombre de “la Papisa” por su carácter débil frente a los sarracenos, así como por sus gestos amanerados que quizás guardaban una tendencia homosexual del mismo. ¿Acaso sería este el fruto que llevó a pensar a muchos cronistas posteriores que la figura del verdadero Juan VIII era en realidad el de una mujer? No podríamos lanzar una respuesta y, actualmente, la historia de la supuesta mujer al frente de la Iglesia Católica continua siendo, al menos de manera oficial, una simple leyenda…

¿Existio realmente la Papisa Juana? Imagen cortesía de ronaldodeynigo.blogspot.com

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Las Misteriosas «Huellas del Diablo» de Devonshire

En el año 1855 unas extrañas marcas en la nieve, que fueron identificadas como huellas, aparecieron a lo largo de más de 150 kilómetros en la región de Devonshire, situada al suroeste de Inglaterra.

Aquel año, las nevadas habían sido especialmente copiosas en la isla británica. La mañana del 8 de febrero, los habitantes de la región de Devonshire descubrieron con asombro una serie de marcas en la nieve que fueron descritas como “marcas de pezuñas” dejadas por alguien o algo a lo largo de decenas de millas. Las huellas presentaban características sumamente extrañas, sus dimensiones eran de diez centímetros de largo por siete de ancho, marcaban un “paso” de unos veinticinco centímetros de largo, todas se encontraban perfectamente alineadas (como producidas por alguna extraña criatura que caminase sobre una sola pata o “a la pata coja”) así como que la nieve no estaba apisonada al fondo de las mismas, sino que por el contrario su marca era perfectamente llana, como si la nieve se hubiese derretido al contacto. A este respecto, algunos testigos afirmaron que jamas habían visto “huellas tan claramente marcadas en un campo de nieve” y que, tras ellas, la nieve tenía la apariencia de “haber sido marcada como por un hierro al rojo”. Ademas, no parecían desviarse ante ningún obstáculo. Así, si las huellas se detenían cerca de una valla de varios metros de alto, estas no bordeaban la estructura, sino que retomaban su camino inmediatamente detrás sin tampoco haber dejado marcas de haber saltado o sorteado la barrera de alguna manera. Lo mismo sucedía cuando las huellas llegaban a algún establo o pajar… sin embargo se tornaban aun mas enigmáticas cuando llegaban a alguna casa, ya que entonces, estas aparecían sobre el tejado de la misma o atravesaban un conducto de drenaje de solo 15 centímetros de diámetro.

 

 

Dibujo publicado en febrero de 1855 de las huellas observadas en Devonshire… ¿Qué extraño animal con cascos pudo dejar huellas alineadas de esa manera?

 

 

Los habitantes de la zona no daban crédito ante el hallazgo y no eran capaces de imaginar que animal habría podido dejar unas marcas similares a aquellas y como podía atravesar los diferentes obstáculos que se encontraba por el camino. Pronto, la palabra “diablo” comenzó a resonar en las mentes de  los lugareños que, aterrorizados, evitaban salir por las noches. Así mismo, se crearon cuadrillas de hombres provistos de armas y perros de caza con la intención de “batir” aquel desconocido animal. Nunca fueron capaces de atraparlo, aunque algunos miembros de la patrulla habían afirmado que, al llegar a uno de los bosques cercanos, los perros habían comenzado a mostrarse inquietos y aullar, lo que había provocado una sensación de turbación entre los hombres que no se atrevieron a aventurarse en lo mas frondoso del mismo.

 

Una semana después del misterioso hallazgo, el 16 de febrero, el diario británico London Times se hacia eco de la noticia;  pero quien más cobertura dio al extraño suceso fue el diario “Illustrated London News” que recogía la siguiente narración el 25 de febrero de 1855:

 

“… en toda la comarca, las huellas eran exactamente del mismo tamaño y el paso del mismo largo. Este visitante misterioso no pasó, en general, más que una vez por cada jardín o cada patio, así como por casi todas las casas de los barrios urbanos y en las granjas vecinas. […] Atravesaban los muros como si no constituyesen el menor obstáculo. Los jardines rodeados de altas empalizadas o muros, y cuyas puertas estaban cerradas, fueron tan cruzadas como aquellos que estaban sin protección. […] Dos habitantes de la comuna siguieron una linea de huellas durante tres horas y media pasando bajo hileras de arboles frutales en espalderas, perdiendo luego la pista de las huellas y reencontrandolas sobre el techo de las casas a las que su búsqueda les había llevado…

 

Pronto las gentes londinenses tildaron a los habitantes de la provincia como poco versados y tendentes a la superstición y a los terrores infundados solo existentes en las humildes e iletradas mentes de los habitantes de los pueblos. Quien sí se interesó por el fascinante y extraño caso de las huellas fue un naturalista de Devonshire quien afirmó que tales marcas no podían corresponder mas que a alguna criatura única y no conocida, pero… ¿Qué animal de un tamaño posiblemente modesto podría haber recorrido una distancia de mas de 150 kilómetros en una sola noche en medio de una tormenta de nieve?

 

El famoso paleontólogo inglés Richard Owen afirmó que “ningún animal conocido deja un rastro de pasos rectilíneo, ni siquiera el hombre” y, al examinar los dibujos de las huellas, concluye de manera sorprendente que se debían al rastro de un grupo de tejones; hipótesis del todo descabellada pues las huellas no podían corresponder a un grupo de animales a menos que todos se hallan movido a la vez y pisando exactamente en el mismo lugar del compañero que le antecedía;  además las huellas en ningún caso obedecían a la típica tipología de un animal con “garras”, si no que por el contrario eran similares a las de un animal con pezuñas. Otras hipótesis que fueron cayéndose una tras otra defendían ideas tan variadas como la obra de un bromista (¡), huellas de grandes pájaros empujados a las costas por el mal tiempo (probablemente una avutarda), sapos, una rata, una liebre coja e, incluso, no falto quien se atrevió a aventurar que había sido el rastro dejado por un canguro escapado de algún zoológico. La idea del marsupial respondió a la necesidad de buscar un animal que pudiese saltar algunos obstáculos para así apartar de las gentes la idea de que el diablo se había paseado por la región. La hipótesis nació de las palabras del párroco local, el reverendo Musgrave, en el sermón dominical ante sus asustados feligreses; de hecho, posteriormente, Musgrave declaró: “… no tengo confianza alguna en tal explicación […] pero la idea se opone a la impresión peligrosa, desagradable y falsa de que podía tratarse del diablo. Mi palabra fue en el momento oportuno y fue sin duda saludable

 

Y es que la mayoría de lo habitantes de Devonshire continuaban creyendo que las huellas habían sido dejadas por el mismísimo diablo, aunque los mas escépticos aceptaban la idea de que el animal misterioso podría haber sido un burro por el tipo de huellas ya que estas parecían presentar características muy similares a las de un animal dotado de cascos en sus extremidades. Sin embargo, nadie fue capaz de explicar como un burro pudo haber trepado a los tejados de las casas, cruzar conductos de escasos centímetros de diámetro o atravesar el tercer piso de una casa…

 

Los meses pasaron, aquel extraño invierno de 1855 y su misterioso visitante se fueron y nunca más volvió a manifestarse. Los periódicos fueron poco a poco olvidando la noticia y el misterio aun perdura entre los investigadores que trataron de arrojar alguna clase de luz sobre tan enigmático rastro. Jamas se encontró el animal (conocido o por conocer) que hubiese sido capaz de dejar un rastro como aquel, las suposiciones que apuntaban a alguna suerte de fenómeno meteorológico tampoco resultaron para nada concluyentes.

 

Y estas no fueron las únicas marcas enigmáticas que aparecieron en algunos lugares del mundo. El Times del 14 de marzo de 1840 ya había dado testimonio de unas extrañas huellas que también se extendían a lo largo de varios kilómetros en Glenorchy (Escocia). También se encontraron “pisadas” similares en Nueva Zelanda (1886), en Nueva Jersey (1908), Bélgica (1945), nuevamente en Devonshire (1950), en Escocia (1952) y, más recientemente, en las laderas del monte Etna (Sicilia) en 1970. El Illustred London News también recogió, con posterioridad, el testimonio de un medico polaco de Heidelberg que afirmaba que en la frontera de Galitzia, en la Rusia polaca, se encuentran, todos los años, unas huellas completamente idénticas a las de Devonshire en la nieve. Según el testimonio de este anónimo corresponsal, “los habitantes las atribuyen a influencias sobrenaturales”.

 

¿Qué extraña criatura pudo haber dejado sobre la nieve semejante rastro? Más de un siglo y medio después, aquel misterioso visitante que recorrió las praderas de Devonshire durante la noche del 8 de febrero de 1855 permanece en el mas absoluto de los misterios…

 

 

¿Fue una extraña criatura demoníaca, como la que aparece en la imagen, la que se paseó por la región de Devonshire en 1855? Imagen cortesía de elcaminoacasa.com

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La Electrosensibilidad Humana

Existe una alergia de la que poco se habla, y es la Electrosensibilidad Humana, se caracteriza por sufrir un importante malestar genera que se alivia en aquellas zonas donde no hay campos electromagnéticos, al parecer, en el Reino Unido, hay numerosos casos que han motivado la creación de una asociación de afectados, Quizás en España u otros países no exista una asociación semejante, pero a buen seguro los afectados si sufren los efectos de tan indeseable alergia.

Sobre todo esto y más, hablamos en el siguiente videoprograma.