A 750 años luz de la Tierra, una protoestrella está causando sensación entre los astrónomos. La razón de tal revuelo es que este sol recién nacido y aún envuelto en una nube de gas y polvo está, literalmente, regando el espacio a su alrededor con ingentes cantidades de agua. Mediante dos gigantescos surtidores, uno en cada polo, la nueva estrella está desprendiendo, a cada segundo, del equivalente a cien millones de veces el caudal del Amazonas.
La estrella, que no tiene más de cien mil años, se encuentra en la constelación de Perseo y es de la misma clase que nuestro Sol, lo que hace pensar a los investigadores que probablemente nuestro astro rey tuvo un comportamiento parecido.
El trabajo de investigación, que será publicado en la revista Astronomy & Astrophysics, ha sido llevado a cabo por Lars Kristensen, astrónomo de la Universidad holandesa de Leiden, quien a asegurado que la velocidad a la que es expulsada el agua «alcanza los 200.000 km. por hora, cerca de 80 veces más rápido que las balas disparadas por una ametralladora».
Para captar las firmas características del oxígeno y el hidrógeno (los dos componentes del agua), el equipo de Kristensen utilizó los instrumentos de infrarrojos a bordo del Observatorio Espacial Herschel. Y una vez localizadas esas dos clases de átomos fundamentales, los investigadores los siguieron hasta dar con la estrella en que se formaron.
La primera conclusión de Kristensen es que el agua se formó allí mismo, en la estrella, a unas temperaturas de unos pocos miles de grados. Sin embargo, y al ser ese agua expulsada violentamente hacia el espacio, se encontró con áreas mucho más calientes, incluso a más de 100.000 grados. Unas condiciones infernales que devolvieron el agua a su estado gaseoso.
Pero una vez que esos gases llegaron a las capas externas (y mucho más frías) de la nube de material que rodea a la protoestrella, a unas 5.000 veces la distancia que separa la Tierra del Sol, su carrera se frenó, creando un «frente de choque» en el que los gases pudieron enfriarse rápidamente, condensarse y volver a convertirse en agua.
El descubrimiento podría significar que estos fenómenos constituyen una fase normal dentro del proceso de crecimiento de las estrellas.
En palabras de Kristensen: «solo ahora empezamos a entender que todas las estrellas como el Sol pasaron, probablemente, por una fase muy energética cuando eran muy jóvenes. Y que es en ese momento de sus vidas cuando expulsan un montón de material a gran velocidad. Ahora sabemos que una parte de ese material es agua».
Un agua, por cierto, que podría haber contribuido a «sembrar» el medio interestelar con todos, o una buena parte, de los ingredientes necesarios para la vida. Cosa que me hace recordar el asunto de las «buckyballs», de las que quizá algún día les hable.