Recientemente, se ha elaborado un peculiar estudio por parte de un filósofo y escritor Alemán, Kim Schlotmann quién ha llegado a la conclusión de que las grandes conspiraciones pueden existir debido a la compartimentalización de la información y la fragmentación de las tareas, de tal modo que esas grandes conspiraciones son como enormes maquinarias dotadas de pequeños engranajes, cada engranaje por separado, desconoce el objetivo final del mecanismo, solo una visión de conjunto, permite averiguar al objetivo, pero las piezas sueltas, carecen de esa visión.
Pero, Schlotmann, afirma que existe un elemento incontrolable, llamado, “Problema de fuga”, de tal modo que pese a que cada persona que forma parte de dicha conspiración, desconoce el acto final de escena, varias partes que hablen sobre sus actividades (dícese en castellano: soplones) puede elaborar una visión de conjunto capaz de dar al traste con la conspiración, permitiendo el conocimiento público del acto conspirativo.
Un ejemplo, fue perfectamente elaborado por el historiador Alex Roland, quién en un artículo publicado sobre la defensa de Bizancio, durante el sitio de Constantinopla entre el 674 y el 678, los bizantinos tenían un arma secreta contra los turcos, el llamado “fuego Griego ” (sifonóforo).
El Fuego Griego, era una espantosa arma que emitía llamaradas con lenguas de fuego que ardían incluso sobre el agua, con aquellos artefactos, hasta los acorazados barcos turcos, temblaron, pero ese invento, era ALTO SECRETO.
Los bizantinos, conocedores de que esa arma podía caer en manos turcas, urdieron un plan, decidieron construirla con elementos fragmentados, cada maestro artesano, construía una pieza de dicha arma, unos dedicados a sus mecanismos internos, otros hacían las carcasas, otros los elementos químicos, así sucesivamente, entre los distintos gremios y dentro de los mismos, sus diversas escuelas, consiguieron elaborar esta devastadora arma sin que ninguno de ellos conociese plenamente cómo funcionaba.
Tan SECRETO fue el plan, que esta arma tenía un sistema de ignición tan complejo que operado de manera incorrecta, dañaría incluso al artillero enemigo que decidiese utilizarla contra los propios Bizantinos, de hecho, así sucedió, varias piezas de esta peculiar artillería fueron capturadas por los turcos y nunca pudieron ni utilizarlas ni conocer los secretos químicos que contenían.
Es más, el secreto se guardó tan celosamente durante 500 años, que incluso hoy en día, no se conoce la totalidad de tan misteriosa arma, solo partes de la misma.
Pero volviendo a Schlotmann, afirma que cuando el secreto y la conspiración alcanzan proporciones inmensas, existe un “problema de fuga” del que hablamos al principio, llegando a afirmar, que si existe una gran conspiración global, está destinada al fracaso.
Esperemos que Schlotmann acierte en su valoración.
Fuente de la imagen de cabecera: Dominio Público
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