Hoy vengo a hablarles de un tema de esos que sé que le gusta y que desde mi humilde perspectiva no es sino otro paso más hacia el abismo.
Hace no mucho tiempo, me hice eco de una cuestión que ha aparecido en los noticieros televisivos y tabloides periodísticos de toda índole, pareciendo no tener la repercusión que creo sería justo dar a tal asunto.
Epicenter, es el nombre de un nuevo edificio de tecnología punta sito en Suecia.
En él, los usuarios que llegan para ocupar sus puestos, apoyan su mano con inusitada levedad sobre la puerta de entrada para poder acceder al interior. Milagrosamente, la puerta se abre.
Dentro, haciendo uso de este pase mágico, hacen lo mismo para acceder a sus respectivas oficinas o para, simplemente, utilizar una fotocopiadora. En un futurible, que se antoja no muy lejano, se espera que también puedan tener acceso a otra serie de servicios como, por ejemplo, adquirir una dosis de cafeína en el bar del edificio.
Todo esto se debe al implante de un chip, del tamaño de un grano de arroz, de identificación por radiofrecuencia (RFID, por sus siglas en inglés) que almacena datos concretos de sus portadores.
En breve, se prevé, que las 700 personas que ocuparán definitivamente el edificio tendrán uno de estos implantes.
El proceso de inserción está organizado por un grupo de hackers suecos encabezado por Hannes Sjoblad, quien arguye que el propósito de este grupo de “bio-hackeo” es el de prepararse para el día -que a tenor de su testimonio parece inevitable- en el que “otros” quieran obligarles a llevar uno se estos ingenios. En sus propias palabras:
«Queremos ser capaces de entender esta tecnología antes de que las grandes empresas y los grandes gobiernos vengan y nos digan que todo el mundo debería llevar un chip: el chip de los impuestos, el de Google o el de Facebook».
Es por ello que argumentan, a raíz de este hecho singular, que tal oportunidad les dotará de una mayor capacitación a la hora de inquirir y cuestionar la forma y procesos mediante los que se implementa tal tecnología, ya que se colocarían en una posición de mayor experiencia y conocimiento que la que ahora tienen, si bien son conscientes de que otros adminículos más sofisticados que los actuales sustituirán, en un breve lapso temporal, dicha tecnología.
Dicho esto, queda la pregunta: ¿Es aceptable que se mediaticen tales prácticas y que, culturalmente, se acepte la inserción de estos artefactos bajo la piel?
En mi opinión, probablemente no. Pero eso, es una cosa que, depende de ustedes.