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Mitos. Ascálafo.
En el artículo de hoy quiero hablarles sobre un hecho que bastante a menudo me llega a soliviantar. Con la expansión de internet y su accesibilidad han aparecido una serie de intérpretes, defensores a ultranza de los más enfermizos y delirantes dogmas, que creen saber interpretar toda una pléyade de símbolos que siquiera conocen. Y es que reza un dicho popular que es lo malo – y no otra cosa – lo que abunda.
Toda suerte de espíritus, entes demoníacos y hasta el mistificado coño de la Bernarda aparecen por acá y acullá de la mano de estos que creen que saben por tener capacidad fonadora o motil (en sus dedos, claro).
Esta pretendida sabiduría que algunos sacan a pasear (por no decir que la regüeldan, por ser incapaces de tragarla) sólo es señuelo para captar – y también coptar – a otros más ciegos que ellos que sin duda alguna pondrán algo más que la propia vida en manos de estos que vengo hablando, por ejemplo el pecunio. Quizás esto se deba a algún tipo de carencia afectiva, pero ese es otro tema.
Es por ello que de forma breve, expondré un mito de la grecia clásica y daré algunas interpretaciones al respecto para que se vea el modo y manera en que algunos exponen lo que creen en oposición a lo que es.
El mito: Ascáfalo convertido en Búho.
Dice Juan Bocacio que Ascálafo, hijo de Aquerón y la ninfa Urna, fue transformado en búho tras ser su cabeza empapada con las aguas del hirvientes del Flegetón por cuanto éste afirmó que Perséfone (Proserpina) había comido de los frutos del Infierno. Siendo que Hades (Pluto) le hubo prohibido tal cosa a menos que quisiera quedar presa de él y de su mundo. Los alimentos del Infierno que hubo comido Perséfone fueron siete granos de los que trae una granada.
En este mito, se quiere ver que el tal Ascáfalo, fue castigado y convertido en búho por acusar a Perséfone de haber roto la condición que Hades le hubo impuesto. Interpretándose desde un dogma basado en otros mitos, que fue debido a que el búho es ave vocinglera, ave de canto triste, con más plumaje que carne y con hábitos más que aborrecibles, así lo son los acusadores y por esta causa Ascálafo fuese convertido en tal.
Se dice que Ascálafo es hijo de Acherón (tristeza) y Urna (sepultura), pues las acusaciones generan tristeza y muerte. Pretendidos atributos del búho según – y siempre en comparativa con el mito original – una novísima fe. El hecho de la cabeza de Ascálafo fuera regada con las aguas hirvientes del Flegetón aduce al hecho de como se calienta la cabeza de los acusadores con sus tretas e infundios.
Como se puede comprobar, esta primera interpretación no sólo es cruel con el pobre Ascálafo sino que además es parcial y está sesgada intencionadamente (quien la hizo omitió elementos interpretativos fundamentales), promoviendo un discurso de odio/miedo contra algunas personas. De forma sintética podría decirse que Ascálafo fue condenado por chivato y que recibió justo castigo. Implicando esto que no es la corrección de la persona lo que prima, sino la ausencia de testimonios que delaten nuestras obras. Un mensaje que sin duda proviene de una mente podrida con unos escasos conocimientos sobre lo antiguo y su interpretación, entre otras cosas deleznables.
Una interpretación más objetiva, que incluya los elementos aparecidos en el relato, dejarían en mejor lugar a todos ellos, desapareciendo el furor vengativo de Perséfone o la miseria de Ascálafo.
Ascálafo, parece ser un astrólogo, en tanto en cuanto que hace afirmaciones sobre Perséfone, la Luna. Que como reza el mito de Perséfone, se encuentra la mitad del tiempo sobre la tierra y la otra mitad bajo ella. El Infierno, que no es otra cosa que el inferos, representa lo que hay bajo de la tierra. Pero no de la tierra/suelo, sino de la Tierra/planeta. Del mismo modo que el cielo es lo que hay por encima de ella. Ya sabe: Supramundo, Mundo e Inframundo. Un sistema circular y alterno con centro en el planeta, por el que todo cuanto está en el cielo viaja por el inferos y viceversa. Ahora arriba y visible, ahora abajo e invisible.
Los siete granos son los siete planetas y la conversión en búho viene dada por dos motivos. El primero es ser ave nocturna como lo es un astrólogo, el segundo es ser ave de la sabiduría, por sus descubrimientos y enunciados.
Las hirvientes aguas del Flegetón (ardor, flamígero) vendrían a resaltar en forma alegórica cómo es el proceso intelectual que lleva a uno a adquirir conocimiento (como se calienta la cabeza, el esfuerzo) y Aquerón y Urna son las cualidades del sabio, tristeza por saber (que la felicidad la tiene el ignorante) y la reclusión, que es lo que es una sepultura – lugar de confinamiento – en comparativa no con la muerte sino con el lugar de estudio.
De modo y manera que Perséfone, no habría castigado a Ascálafo según se nos quiere hacer creer, sino que en su faceta real – no mitológica – como representación de la Luna, habría hecho a sabio (búho) al astrólogo, que la observaba y emitía afirmaciones sobre ella.
Como puede comprobarse, esta segunda interpretación no es tendenciosa como la primera y sólo atañe a los representantes de la fabulación.
Ejemplos de esto que vengo contando los hay a cientos, como aquello del Sol que permite la multiplicación del sustento y los seres vivientes (plantas y animales) y que no pide nada a cambio, sino que ejerce un acto de amor calentenado al justo y al injusto, iluminándolos, haciéndolos ver por igual, ignorando las faltas o virtudes de cada cual, permitiendo la vigilia y la industria (multiplicación de panes y peces, de la mitología cristiana).
Reza otro dicho popular: «Divide y vencerás». Y no puedo sino asimilarlo al hecho y fomento de la libre interpretación de hechos y acontecimientos que, en resumen, no hacen sino separar y dividir al conjunto de la humanidad. Y tanto es así que algunos de los que podrían llevar este mundo a su destrucción, son partidarios sectarios de dogmas de fe en los que con la excusa de combatir el mal – por cierto, el anticristo no es mentado en el Apocalipsis ni una sola vez, como se suele creer – creen que el mundo acabará en una conflagración de carácter bélico en la que sólo unos pocos elegidos, los más fanáticos, serán salvos y merecedores de la presencia de Dios, si es que saben lo que es.
