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Sincronicidades (I)

Hoy vengo con otro de esos artículos  relacionados con la psicología que tan poca aceptación tienen (como de costumbre). Los sesgos cognitivos y la estulticia imperante así lo manifiestan, sobre todo en esa misteriosa disciplina que se esgrime como a cada uno le conviene ocultando las atrocidades propias que tienen a bien el ser achacadas a terceros.

Sea como fuere, para mejor verse las implicaciones de la psicología con los fenómenos para- (paralelos o paranormales, que tanto da), hoy quiero hablarles sobre las sincronicidades.

Si usted está familiarizado con las cosas de la conciencia y el incosciente (que no todo es patología mental en las cuestiones psicológicas), entenderá con facilidad el concepto de sincronicidad. Si no es así, tampoco haría mal en documentarse al respecto.

Que el ser humano no es un ser racional, netamente racional, no es cosa nueva. El razonamiento, por lo general, en términos humanos (referidos al organismo humano), es una herramienta que si bien tiene sus aplicaciones dentro del ámbito material de la realidad, se convierte en una especie de trampa en la faceta no material de la existencia al intentar justificar – buscar la lógica que conviene, si se prefiere – a las pulsiones (irracionales per se) que reflejamos en forma de emoción.

Por lo general, no nos movemos de una forma racional, calibrando la consecuencia de de nuestros actos (cosa vista y demostrada en este blog que hace las veces de laboratorio), sino de forma emocional, reaccionando ante el entorno. Si lo prefiere, nos movemos por la víscera más que por el razocinio. Ejemplo de ello son las arengas que medios de comunicación, politicastros, líderes sectarios y un sin fin de indeseables utilizan para exaltar el inconsciente de la masa adocenada.

Para Jung, el inconsciente es el registro del conjunto de todas las experiecias del sujeto desde el momento mismo de su existencia. Sin embargo, opinaba además que, más allá de este planteamiento unitario y personal la suma de inconscientes individuales en el correr del tiempo, desde los orígenes mismos de la vida, conformarían lo que tuvo a bien en llamar el inconsciente colectivo. Ya que pensaba que del mismo modo que nuestra anatomía presentaba vestigios de formas de vida muy anteriores y pretéritas (por ejemplo tener cinco dedos  en manos y pies dispuestas sus falanges según la fórmula mamaliana de 2·3·3·3·3, que es aporte evolutivo de los Therapsida que vivieron entre 250 y 190 millones de años atrás), llevó a pensar a Jung que en el campo de la mente no habría de ser distinto.

Este inconsciente colectivo guardaría, según Jung, una serie de estructuras mentales arcaicas que no serían sino una especie de potenciales de pensamiento y de acción a los que daría el nombre de arquetipos. Por ejemplo: Padre, madre, hijo, hija, víctima, victimario, etc.

Por si esto fuera poco, Jung barrunta sobre la existencia de un suprainconsciente que va más allá todavía del inconsciente colectivo que sería el denominado como inconsciente cósmico, en el que estarían registrados todos los procesos mentales desde el origen del universo mismo. Eso que algunos llaman registros akásicos.

Independientemente de ello, parece ser que la vida mantiene una pugna entre la conciencia y la emoción incosciente que actúa de una forma netamente irracional. Ante la visión de un cadáver – al margen de la manera en que falleció – los individuos presentan diferentes reacciones que no son voluntarias ni razonadas. Miedo, asco, llanto, alegría, reflexión, etc. son algunos ejemplos de como actúa el inconsciente.

Es por tal causa, que si un individuo se encuentra colocado en situación desacostumbrada (peligro de muerte o fenomenología inusual), su comportamiento deja de estar sometido a la razón y se guía por lo irracional de las emociones – por ejemplo no se puede elegir a quien se ama, se le ama y punto – que por su naturaleza trascienden el tiempo y el espacio, conformando una especie de plano de lo irracional en el que no existen distancias ni lapsos temporales. Todo es y todo es ahora. Repito: Todo es y todo es ahora.

Esto nos lleva – más bien, llevó a Jung – a las sincronicidades. Las sincronicidades estudian los fenómenos de coincidencia. Fenómenos estos que no son relaciones entre la conciencia y el mundo exterior, sino entre el medio, el ser y el inconsciente colectivo. Dicho de otro modo, entre el inconsciente del individuo y el entorno.

(continuará…)

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El hombre que iluminó el mundo.

Tras unos cuantos días ausente, dedicado a la investigación de diversos temas,  quiero llamar su atención sobre un hecho que considero bastante llamativo y con unas implicaciones más que evidentes. Hoy voy a comentarles algo acerca de

Nikola Tesla, científico serbio nacido en Smiljian, promotor y padre la electricidad comercial. Es conocido (pese a que algunos digan que no, por no saberlo ellos, baste decir que que la unidad que mide la densidad del flujo e inducción magnética del Sistema Internacional de Unidades es el Tesla, pero ese es un conocimiento no muy de andar por casa, claro) por sus numerosas y revolucionarias invenciones en el campo del electromagnetismo.

El efecto de transmisión inalámbrica de energía a receptores electrónicos (demostrado por el científico en 1893), sus contribuciones a la robótica, el control remto, el radar, las ciencias de la computación, la balística, la física nuclear y la física teórica son de sobra conocidos.

La fama de Tesla rivalizaba con la de cualquier inventor o científico en la historia, pero debido a su excéntricidad y a sus afirmaciones aparentemente increíbles sobre el posible desarrollo de innovaciones científicas y tecnológicas, fue relegado al ostracismo y considerado un científico loco. Muchas de sus teorías, esgrimidas por gente falta del escrupulo mínimo y necesario han servido para justificar delirios relacionados con temas ocultistas producto de la mente de estos sujetos y no del estudio de los mismos. De hecho, el monstruo que es la Nueva Era, envilece a tan insigne sabio cada vez que lo menta.

Puede decirse, sin género de duda alguna, que Nikola Tesla ha sido una de las figuras más decisivas para el progreso científico y tecnológico de la humanidad en toda la historia conocida y parte de la prehistoria que podría haber llegado a más de no ser porque Thomas Alva Edison cospiró en su contra. Tesla,  autodidacta  como era, multidisciplinar, fue uno de los fundadores de la industria eléctrica, el padre de la corriente alterna (ganando en justa lid, y por la mano, a Edison) así como el inventor de la radio (como dictaminó en 1970 el Tribunal Supremo USA frente a la controversia suscitada por los herederos de Marconi, que sólo fue un pechero de Edison). Nos legó los altavoces, las luces de neón, los mandos a distancia o los alternadores.

Por aquello de que no hay mal que cien años dure («ni cuerpo que lo resista», que diría Mario Moreno) un grupo de personas decididas a reivindicar su figura y su obra ha conseguido una hazaña del calibre de las que Tesla solía ejecutar, recaudando 800.000 dólares en menos de una semana (ya han superado el millón).

Si lo desea, usted puede sumarse y contribuir aquí, página que me hace gracia por su simpático lema, que reza:Vamos a construir un maldito museo para Tesla

La idea es adquirir Wardenclyffe Tower, en Nueva York, donde en tiempos estuvo situado hasta 1917 el laboratorio de Tesla, y que actualmente se encuentra a la venta por 1,6 millones de dólares con el propósito de convertir el recinto en un monumento histórico visitable y que permita conservar y transmitir el legado de Tesla, que no fue poco.

Parece que es más productivo «mover el hongo» que decir a los demás lo que tienen que hacer – como desde hace algún tiempo se viene demostrando – y parece, también, que aquel hombre que iluminó el mundo, ahora, brillará con luz propia.

Si les interesa la figura de Tesla les propongo escuchen el siguiente audio.

 

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Psicosis

Siguiendo con la serie de artículos de patologías mentales que me he propuesto escribir, quiero hablarle sobre un trastorno de personalidad sumamente curioso. Como en ocasiones anteriores, no persigo sino informar al lector, grosso modo, sobre las diversas enfermedades mentales que se ocultan detrás de ciertos comportamientos. Hoy voy a tratar el asunto de la psicosis.

Desde un punto de vista netamente psicológico, por  psicosis se entiende, de forma  genérica, el estado mental que se caracteriza por la pérdida de contacto con la realidad.

Stedman definiría la psicosis como un desorden mental severo, con o sin daño orgánico, caracterizado por un trastorno de la personalidad, la pérdida del contacto con la realidad y causando el empeoramiento del funcionamiento social normal.

Evidentemente, esto trae aparejadas una serie de implicaciones que sitúan a la psicosis como una enfermedad mental que presenta un desvío en el juicio de realidad. Que tampoco hay que confundir con insuficiencia de juicio propia de la oligofrenia, del debilitamiento de las demencias, y de la suspensión del juicio de los estados confusionales (delirantes), aunque todas ellas tengan que ver con una distorsión de la percepción de la realidad por parte del individuo. La psicosis no es una deformación, es la perdida total del cualquier punto de referencia con respecto a lo que entendemos por realidad (la puntualidad de estos brotes y su efecto difiere según la afección). Por lo general el sujeto carece de la introspección necesaria acerca de lo extraño de su conducta o sus pensamientos – que cree dentro de la normalidad o inherentes al ser humano – los cuales  terminan por provocar una grave disfunción social.

Como lo lee.

Las personas que  padecen este trastorno son las denominadas psicóticas, que no ha de confundir con los psicópatas ya que actualmente, dicha terminología (psicótico) se emplea con demasiada alegria, incorrectamente, como sinonimia de psicopático.

Los afectados por la psicosis presentan alucinaciones, delirios (siempre que se encuentren en este  estado), evidentes trastornos formales del pensamiento (cambios de las relaciones semánticas y sintácticas, como se puede ver claramente en un montón de «misterios y verdades reveladas», de ahí la importancia de conocer el significado de las palabras que se nos dicen), manifiestando además cambios en su personalidad.

Tales síntomas suelen ir acompañados de un comportamiento inusual o extraño, así como por una dificultad extrema a la hora de interactuar socialmente o de una incapacitación para llevar a cabo actividades cotidianas de lo más ordinario. Una amplia variedad de elementos del sistema nervioso, tanto orgánicos como funcionales, pueden causar una reacción psicótica. Esto ha llevado a la creencia que la psicosis es como la «fiebre» de las enfermedades mentales, un indicador patogénico serio aunque no específico. Dicho de otro modo, la psicosis indica enfermedad mental, pero no indica que tipo. Esto se debe al grado y efecto que la misma produce en el individuo. Por ejemplo, los neurótícos de tipo histérico suelen ser afectados por una psicosis de tipo depresivo.

Valga enumerar una serie de síntomas (los más comunes), que pueden hacer pensar que nos encontramos ante un paciente psicótico:

1.- Cambios bruscos y profundos de la conducta. Ahora te amo, ahora te odio. Sin impasse.
2.- Mutismo. Replegarse sobre sí mismo, sin hablar con nadie.
3.- Creer sin motivos que la gente le observa, habla de él o conspira contra él.
4.- Soliloquio. Hablar a solas creyendo tener un interlocutor, tener visiones o recibir mensajes (alucinaciones visuales y auditivas) sin que existan estímulos externos. Cosa que muy a menudo sucede en el farragoso ámbito en el que nos venimos moviendo (usted y yo).
5.- Períodos de confusión mental o pérdida de la memoria.
6.- Sentimientos de culpabilidad, fracaso, depresión. Pecado.

Cabe destacar, que algunos de estos síntomas también pueden experimentarse en condiciones no psicóticas, por ejemplo el abuso de sustancias, trastornos de personalidad, eventos estresantes (distresantes), situaciones límite, momentos graves de neurosis (por ejemplo ciertas neurosis de tipo histéricas, que no dejan de ser psicosis depresivas) y momentos de conversión (si piensa usted que es conversión religiosa,  básicamente eso es). De hecho, el continuo abuso de sustancias – cuanto más potentes más fácil – o la exposición continuada (voluntaria o no) a situaciones estresantes, sin duda acabará en brote psicótico. Dicho de otro modo: Irás y no volverás.

Por no aburrirle con la extensísima y muy completa disertación sobre la psicosis que aparece en el diccionario enciclopédico de la psique de L. C. Béla Székely, intentaré sintetizar (más o menos, más menos que más) el asunto de la psicosis a modo de conclusión.
Podemos afirmar que la psicósis es una enfermedad que se manifiesta por trastornos de la conciencia, o sea en la alteración de la capacidad del individuo para reflejar exactamente el mundo que le rodea e influir sobre él con un fin determinado,  que como en el resto de las demás enfermedades del hombre es producto la alteración de interacción normal del organismo y el medio ambiente. Cuyas carácterísticas provoca la disrrupción con la realidad y el entorno por parte del individuo generando, consecuentemente, la incapacidad del mismo para la emisión de juicio con respecto de los hechos, así como una serie de pensamientos ilógicos e irracionales que sólo obedecen al distanciamiento de la realidad del sujeto afecto y no a otra cosa.

 

 

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Ansia viva

Como ya les comentase, este nuevo artículo pertenece a una serie de afecciones psicológicas que creo son convenientes saber. Sobre todo por la acepción originaria de la psicología, «estudio del alma». Alma que quizás un día me sienta animado a exponer.

Hoy quiero hablarles de la ansiedad (antes que del psicoticismo o de la psicopatía), estrechamente vinculada – como ya se vio – al neuroticismo.

Ansiedad, del latín anxietas, «angustia o aflicción». Desde una perspectiva netamente psicológica, la ansiedad  es una respuesta emocional (o conjunto de ellas), que aglutina una serie de aspectos subjetivos (sobre todo cognitivos de carácter displacentero) y fisiológicos caracterizados por comportamientos deficientemente adaptativos.

Como mecanismo adaptativo (hablando ahora desde la biología), con intervención del sistema adrenérgico, se fuerza a todo el organismo a invertir una cantidad de  energía de reserva que se verá compensada por la obtención de una fuente energética muy superior a la que se está invirtiendo para conseguirla y que normalizará dichos valores. Aunque lo que de común más se conoce es la intervención del sistema adrenérgico a la hora preservar la integridad física del sujeto objeto, frente a una amenaza.

El sistema dopaminérgico también interviene cuando el organismo considera que va a perder un «bien» preciado. En esta situación, el organismo entra en alerta  ante la «posibilidad» de la existencia de una amenaza, que no es lo mismo que cuando la amenaza es manifiesta, en cuyo caso  se libera es adrenalina.

Si bien es cierto que la ansiedad, de forma puntual y eminentemente práctica, ayuda al organismo a resolver peligros en la vida cotidiana, cuando se producen transtornos de ansiedad (sobre todo en lo que toca al especular con amenazas inciertas, hipotéticas e inventadas),  el organismo corre el riesgo de intoxicarse por dopaminas o por otras catecolaminas (cuyo aumento provocan en el individuo una  fase maniaca – trastorno mental, caracterizado por el delirio general, alteración del estado de ánimo,  agitación y tendencia al furor – tal cual hacen las anfetaminas).

Andrew M. Lobaczewski, psiquiatra, estima que un cerca de un 64% de la población padece de algún tipo de trastorno de ansiedad. Siendo que de estos cerca del 21%, ignora este hecho. Se consideran «normales» (que ya tiene guasa, si me quiere entender, «normales»).

En las sociedades modernas (supuestamente avanzadas), esta característica innata al ser humano  ha devenido en patología conformando los cuadros sintomáticos que constituyen los denominados trastornos de ansiedad, que tiene consecuencias negativas y muy desagradables para quienes lo padecen y quienes les rodean. Entre los trastornos de ansiedad se encuentran las fobias, el trastorno obsesivo-compulsivo (TCO), el trastorno de pánico, el trastorno por estrés postraumático, el trastorno de ansiedad generalizada o el trastorno de ansiedad social.

En el caso del trastorno de ansiedad generalizada, la ansiedad patológica se vive como una sensación difusa de angustia o miedo y deseo de huir, sin que quien lo sufre pueda identificar claramente el peligro o la causa de este sentimiento. Esta ansiedad patológica es resultado de los problemas de diversos tipos a los que se enfrenta la persona en su vida cotidiana, y sobre todo de las ideas interiorizadas acerca de los mismos. Dicho de otro modo la distorsión en la percepción de la realidad que el individuo paciente percibe (siendo esta falsa), genera el trastorno.

Los síntomas de ansiedad son muy diversos y se engloban dentro de lo que se ha venido en denominar como hiperactividad vegetativa (taquicardia, taquipnea, midriasis, sensación de ahogo, temblores en las extremidades, sensación de pérdida de control o del conocimiento, transpiración, náusea, rigidez muscular, debilidad muscular, insomnio, inquietud motora, dificultades para la comunicación, pensamientos negativos y obsesivos).

Como puede comprobarse, los trastornos de ansiedad pueden – a tenor de lo expuesto – manifestarse de tres formas diferentes: a través de síntomas fisiológicos, cognitivos y conductuales. Éstos hacen referencia a tres niveles distintos, los cuales pueden influirse unos en otros, es decir, los síntomas cognitivos pueden exacerbar los síntomas fisiológicos y éstos a su vez disparar los síntomas conductuales.

La ansiedad, en el peor de los casos, puede resultar en trastorno de pánico, en el cual la persona cree que va a desmayarse, fallecer o sufrir algún otro percance fisiológico. Es común que las personas con este trastorno visiten la sala de urgencias (o santones) con cierta frecuencia, sintiéndose mejor después de ser atendidas. Sólo atendidas.

Llegando a este punto, quizás convendría hablar de los síntomas cognitivos sujestivos vinculados al miedo, ya que la asiedad, si es persistente, da lugar a alteraciones de las funciones mentales superiores, además de generar pensamientos, ideas e imágenes negativas. Los temores o miedos pueden llegar a ser muy intensos, llegando al terror o pánico.
Esto provoca en el individuo un temor anticipatorio (ansiedad anticipatoria), en el que  se espera que suceda lo peor.
Huelga hablar de la sensación de inseguridad. El individuo adolece de una fortísima irritabilidad. La aprensión (tanto en el sentido físico como en el intelectual) también es característica. El sentimientos de minusvalía o inferioridad aparece más tarde, junto con indecisión y la incapacidad de afrontar las diferentes situaciones que se presentan, debido a la irrealidad de la percepción del entorno y de sí mismo dentro de él (generalmente por creerse capaces o sabedores o lo que usted quiera, pero a la hora de la Verdad…). Todo ello en la pérdida de la objetividad y de la capacidad para pensar con lucidez. Si se es neurótico la culpa será siempre de un tercero, aunque sea imaginario.

Casí nada.

Hay quien tiene razón y habla de desprenderse del Miedo (aunque prefiero utilizar la terminología «dominarlo», ya que como otras tantas cosas es consustancial y no se puede/debe suprimir), que si se da cuenta es la clave de bóveda para los trastornos de ansiedad y el neuroticismo, pero a menudo yerran en meter más miedo todavía.

Por si no ha quedado claro, la ansiedad deriva directamente del miedo a la muerta, a dejar de ser y de existir y de aquellos polvos estos lodos. ¿Cómo puede dominar el miedo alguien que cree que sino cumple con ciertos rituales (trastorno obsesivos-compulsivos, por ejemplo) irá al Infierno? ¿Cómo puede alguien dominar su miedo si cree que cuando muera encarnará en lo que considera un infraser? Si usted suspende el examen práctico de conducir no le obligan a volver a realizar el teórico, ya tiene ese conocimiento (ya verá como salta un listo con lo de cuando pasa un tiempo, etc.). Más aún ¿Cómo alguien puede dominar el miedo a la no existencia, al dejar de ser si piensa que tras la muerte no hay nada más? ¿Acaso eso no acrecenta la angustia?

Preguntas universales, basamento de culturas y religiones. Mi opinión particular al respecto ya debería conocerse. Baste decir que tras la muerte bien pudiera haber algo que considero eternamente alejado de lugares o dimensiones de premio o castigo, más cercano a la metempsicosis (o termodinámica, si lo prefiefe). Lo contrario es ilógico.

También, dentro de este asunto que es el miedo (que quizás algún dia trate en profundidad), existen quienes aducen que lo opuesto al miedo es el amor. Un planteamiento perteneciente a la psicología relativista – esa psicología que mucho de estos dicen aborrecer por confundirla, por ejemplo, con el tinglado mafioso que es el DMS y que poco o nada tiene que ver – que durante los años 50 del siglo XX se empleaba como parte del sistema educativo de los EEUU y que dejó de emplearse (por inútil y por falso), con la llegada de la antipsiquiatría diez años más tarde.

Supongamos que haciéndo un esfuerzo llego a idealizar el Amor como algunos hacen y acepto que «amor» es el bien común, no desear mal a los demás, etc. Bueno, el miedo como tal es la angustia del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario. Ergo no son contrarios, ni antónimos, ni opuestos. Si lo piensa, muchos de los gurues que promulgan este valor recibieron este tipo de educación (como forma de sometimiento hacia el sistema, no lo olvidemos), por aquellas fechas.

Lo contrario de ese amor idealizado vendría a ser el desprecio, más concretamente el odio. Ya que el que odia sí que desea mal y perjuicio hacia algo o alguien. Odio que ejercen, como en muchas ocasiones han demostrado, aquellos que predican el binomio Amor/Miedo en clara contradicción con un planteamiento de por sí obsoleto.

 

 

 

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La Antigravedad, el gran Secreto

Uno de los mayores secretos que nos están ocultando es la Antigravedad, este sistema, permitiría dominar óptimamente los cielos e incluso el espacio, los actuales medios de transporte quedarían obsoletos y se produciría una revolución a todos los niveles, energéticos, económicos… etc.

En el siguiente video, os hablamos sobre este encubrimiento y el misterio que lo rodea, os animamos a su visionado, es muy didáctico y a buen seguro os gustará.

[http://www.youtube.com/v/8nJNE-2yMNM]

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Chitón

Tras el último artículo, quizás este título le resulte contudente e incluso agresivo. Pero creame si le digo que no tiene que ver con aquello que les contase.

Dejando de lado las implicaciones psicologícas de ciertos comportamientos patológicos en la red (aprovecho para decir, por si no hubiera quedado claro, que no es que me pasará sino que ví como pasaba) y la reciente llegada del Curiosity a Marte – sobre el que tendré que hacer un monográfio, añado – quiero hablarles de algo que suena más a ficción que a ciencia, pero el caso es que ahí está.

No son conspiraciones paranoides ni cosa similar. Es un hecho netamente biológico que bien pudiera expandir nuestros horizontes a la hora de entender otras formas de vida.

El género Chiton de la clase Polyplacophora o Amphineura también recibe los nombres de quitón, apretador, cucaracha de mar y piragüero. Las diferentes especies se caracterizan por tener el cuerpo cubierto de  placas calcáreas (ocho), articuladas entre sí, que conforman un caparazón. Si bien son algo duros, suelen consumirse por su buen sabor.

Pero ahí no acaba la cosa. Los científicos  desde hace algún tiempo son sabedores de que los quitones tienen cientos de estructuras similares a las cuentas de un collar,  parecidas a ojos en la parte trasera de su caparazón. Estas «lentes»  en realidad son pedazos de roca. Algo relativamente extraño que puede serlo aún más.

Dan Speiser,  biólogo marino en la Universidad de California, en Santa Bárbara ha realizado un estudio sobre estos piragüeros, llegando a sorprendentes conclusiones.

«Desde hace más de cien años sabemos que esos ojos existen, pero nadie había valorado hasta ahora qué tipo de visión proporcionan”.

Como lo lee. Esas piedras son ojos. Dicho de otro modo, esos ojos son de piedra.

Hasta ahora no estaba claro si estas criaturas podían ver en realidad utilizando estos órganos, o si sólo servían  para percibir cambios en la intensidad de la luz (que dicho sea, al fin y al cabo es lo que podemos definir como visión).

La investigación, que Speiser llevó a cabo cuando era estudiante de grado en la Universidad de Duke, en Carolina del Norte, reveló que los ojos de estas criaturas marinas son los primeros conocidos hechos del mineral aragonita. Este material es el mismo que conforma el caparazón de las cucharas de mar.  Speiser y su equipo recogieron quitones velludos indios (Acanthopleura granulate) del Caribe para realizar su estudio.

Cuando se les deja solos, los quitones levantan parte de su cuerpo ovalado para respirar. Sin embargo, cuando se sienten amenazados, estos animales se aferran con fuerza al suelo marino para proteger su zona ventral, más blanda y delicada.

En el laboratorio, los científicos colocaron animales por separado sobre una losa de piedra por debajo de una pantalla blanca capaz de cambiar de color. Una vez los quitones se hubieron relajado, los investigadores colocaban un disco negro directamente por encima de los moluscos o cambiaban el color de la pantalla de blanco a gris.

El disco negro estaba diseñado para simular un predador que aparecía de repente, mientras que la pantalla que se oscurecía imitaba cambios sutiles en la luz natural que los quitones pueden experimentar en su hábitat natural (por ejemplo, cuando una nube pasa por delante del sol).

En este experimento, los apretadores se bloqueaban cuando se les mostraba el disco negro, pero se quedaban más tranquilos cuando la pantalla se oscurecía. Lo cual sugiere que dicha actitud se debe a  que los ojos del quitón son capaces de distinguir formas, un requisito previo para considerar la existencia de vista.

«Estos ojos permiten a los quitones ver objetos sin mucho detalle, pero pueden distinguir entre objetos que se acercan y simples disminuciones en la intensidad de la luz”

Speiser estima que la vista del quitón es unas mil veces más corta que la humana, y es probable que sólo vea en blanco y negro.

«Incluso comparados con otros animales de ojos pequeños, los quitones no ven especialmente bien”, afirmó Speiser.

Los ojos rocosos de los piragüeros  parecen tener una serie de ventajas específicas. Por ejemplo, la dureza de la aragonita la hace muy resistente, algo importante para los quitones, que se ven empujados constantemente por las olas.

«Si sus ojos estuvieran hechos de proteinas (como en el caso de los seres humanos y la mayoría de animales) se desgastarían en seguida».

Por otro lado, los experimentos sugieren que la aragonita permite que los quitones vean igual de bien tanto al aire libre como bajo el agua, algo que probablemente sea útil cuando el flujo de la marea cubre a los moluscos.

«En lo que respecta a su actitud, los quitones reaccionan del mismo modoen ambos medios».

Esto es sumamente curioso ya que la aragonita posee dos índices diferentes de refracción. Por lo que cada uno de ellos podría emplearse para ver fuera del agua o dentro de ella.

A pesar de todo, aún quedan unos cuantos misterios acerca de los ojos de los quitones. Por ejemplo, aún no se sabe por qué sólo ciertas especies de quitón tienen ojos, ni cómo estos animales utilizan el mismo material para formar ojos y  caparazones.

Como puede ver, aunque no sea un quitón, la naturaleza es increible y diversos los medios que los organismos emplean para solventar cierto tipo de necesidades. Quizás ahí fuera – a parte de mal educados y marisabidillos, entiéndase la sorna – también existan algunas formas de vida tan sorprendentes como los quitones.